El apartado "Estelas Discoidales Vascas" es un extracto del libro "Estelas Discoidales de Euskal Herria" de Pedro Zarrabeitia. Editorial Pamiela (2011).

Para ver mejor los detalles de los grabados abrir las imágenes a pantalla completa.



sábado, 31 de mayo de 2014

Estelas Discoidales Vascas. 12 - La figura humana


11 - La figura humana

La reproducción de la figura humana en la estela discoidal vasca es escasa (menos del 2% del total) y casi siempre enigmática o cuando menos de difícil interpretación. Las representaciones humanas, frecuentes en las lápidas de influencia romana de principios de nuestra Era, no se trasladaron a la iconografía de las estelas autóctonas con la llegada del cristianismo, como así lo hicieron otras decoraciones astrales, debido probablemente al aniconismo del Antiguo Testamento, adoptado por los primeros cristianos, que rechazaba cualquier representación de Dios u otros personajes por su posible aproximación a la adoración de falsos ídolos. 
Este rechazo de las imágenes, sustituidas por los signos, se prolongó durante los primeros siglos del cristianismo y se ratificó con el ”Deus adsconditus, invisibilis” del Concilio de Elvira de principios del siglo IV: “No debe haber imágenes en la iglesia y menos que sean adoradas e idolatradas en las paredes”. Posteriormente, en el II Concilio de Nicea del siglo VIII, la Iglesia reconsideró dicha postura, al condenar a los iconoclastas bizantinos y definió que ”a semejanza de la representación de la cruz preciosa y vivificante, del mismo modo las venerables y santas imágenes, tanto pintadas como realizadas en mosaico o en cualquier otro material apto, sean expuestas y honradas”. 
No tuvo mucho efecto este canon conciliar en los simbolismos o motivos decorativos de las estelas vascas, que hasta entrada la Edad Media se limitaron a reproducir cruces y otros temas geométricos astrales o florales esquemáticos, tomados del románico imperante o de las estelas primitivas, sin adoptar la revolución que supuso la incorporación de la imaginería cristiana plena de personajes divinos y humanos. 
Llama la atención el hecho de que no aparezcan escenas clásicas del cristianismo como la Virgen con el Niño u otros santos, a los que se consideraba intercesores ante Dios para la salvación de los difuntos, algo adecuado para un monumento funerario. Al parecer la estela no era un soporte pensado para transmitir a los fieles el mensaje evangélico, como así lo fueron los relieves de portadas y capiteles de las iglesias medievales. Por lo general era suficiente la presencia de la cruz junto a otros signos protectores para pedir una oración y  ahuyentar al demonio, que era lo más importante. 
Las pocas figuras que aparecen son muy simples y esquemáticas, como anuncios de un cartel. Más que descripciones de personas son representaciones de prototipos: el cazador, el ama de llaves, el caballero, el pelotari. Es decir, lo mismo que se quería transmitir en otras estelas con los instrumentos de los diferentes oficios. La finalidad de la estela no era, en la mayoría de estos casos, descriptiva, sino informativa y conmemorativa. De todas formas, dada la dificultad de esculpir figuras especialmente difíciles, como las humanas, su inclusión en el grabado de la piedra se hacía costosa y complicada y no fue por ello muy abundante, desapareciendo casi definitivamente cuando en el siglo XVI se incorporó la escritura a la decoración de las estelas y las personas fallecidas se identificaron para la posteridad con su nombre y apellido o el de la casa a la que pertenecían.


La cantidad de estelas discoidales vascas con figuras humanas es reducida (del orden de cincuenta), pero su interés y atractivo son indudables. Todas ellas son singulares y de difícil interpretación. Así la famosa estela de camino o "cruz de Bereteretxe", que rememora el asesinato del joven de Zuberoa; las mujeres danzantes de las estelas de Lexantzu y Ligi‑Atherei, que recuerdan a la misteriosa dama con el sol o la rueda en la mano de la cruz de Aiñarbe; el cazador de la estela de Suhuskune; el “hombre universal” de Lakarri; las piernas giratorias de Santacara; las caras de Azkaine; el caballero de la cruz al pecho de Leintz-Gatzaga; el crucificado sin cruz con la Virgen y San Juan bajo sus brazos de la estela de Orotz‑Betelu; los “retratos” de personajes singulares de Sangotza, Abaurregaina, Irantzu, Goñi, Orotz-Betelu, Arriano, Itzaltzu y Aurizberri; la mano de la estela de Elorrio; los increíbles, casi grotescos, Cristos de las cruces de Aintzille y de la estela de Erango … 

jueves, 29 de mayo de 2014

Estelas Discoidales Vascas. 11 - Los Oficios


Los Oficios (Dibujos) (2006-2009). Pedro Zarrabeitia


Durante la Edad Media en Navarra y en siglos posteriores en Iparralde, especialmente en medios rurales, se ha dado la decoración de las estelas funerarias con útiles y herramientas de trabajo, como arados, tijeras, martillos, hachas, incluso armas, que desde siempre los etnólogos han asociado con los oficios de las personas allí enterradas. Como todo lo relacionado con las estelas discoidales, también esa identificación de los difuntos con los instrumentos que aparecen en las ellas, plantea múltiples preguntas. El instrumento dibujado, ¿representa a la persona, al gremio al que pertenece o es un símbolo más genérico cuyo significado se nos escapa? ¿Con qué fin se distingue a un difunto por una herramienta tan popular, por ejemplo, como una azada, si ese útil es empleado por el 90% del pueblo, incluso por las mujeres? Podía ser explicable tal identificación en el caso de un personaje destacado en el oficio, como un cantero famoso o un soldado distinguido, o bien por tratarse de oficios únicos como el herrero o el molinero del pueblo. Algunos estudiosos del tema han sugerido que la representación en las estelas funerarias de las herramientas que ha usado el difunto a lo largo de su vida, viene a ser una especie de recuerdo atávico de las ofrendas y utensilios que se incluían en los enterramientos en la antigüedad, para acompañar al difunto en su viaje al otro mundo.

La mayoría de las herramientas representadas corresponden a trabajos del campo, algo natural tratándose de pequeñas poblaciones dedicadas a la agricultura y la ganadería. Sin embargo de las decenas de oficios que se pueden dar en ese entorno sólo unos pocos tienen su representación en la iconografía funeraria.

Estela de Ospitale-pia (Z) (2006). Pedro Zarrabeitia

        Arados, podaderas, martillos, hachas y azadas, parecen acaparar el trabajo de los canteros a la hora de decorar las sepulturas. Todos los demás, o bien  se consideraban incluidos en éstos, como si fuesen distintivos de unos códigos determinados, o bien los primeros, debido a su mayor abundancia, son los que estadísticamente han ido apareciendo al paso de los siglos. ¿Dónde están representados los músicos, que tan a menudo aparecen en al imaginería de las iglesias, y los caldereros, mercaderes, escribanos, plateros, pastores, arrieros, alfareros, alguaciles, panaderos, etc. etc.? Algo similar ocurre con los oficios de mujeres, pues sólo encontramos en las estelas llaves y útiles de coser o hilar. ¿No había más oficios que los de hilandera o cuidadora de la iglesia, o estamos ante una representación simbólica del personaje femenino, del ama de casa? ¿Por qué en Navarra no se representa ningún útil específico de mujer? ¿Por qué no se generalizó esta costumbre a la mayoría de las estelas de la época, limitándose a un pequeño tanto por ciento? ¿Cómo es que no se extendió por el resto de Euskal Herria, estando, en cambio, presente en Portugal, donde abundan las estelas con decoraciones muy similares?

Dejando estas preguntas para los investigadores, lo que es interesante  destacar es que la incorporación de esta iconografía de diversos oficios en la decoración de las estelas, enriqueció sus dibujos y junto a las simplificaciones y variaciones de los monogramas de Jesús y María y al estilizado de algunas figuras humanas y de animales, contribuyó al desarrollo de un lenguaje esquemático de transmisión gráfica de conceptos, que con el paso de los años, y salvando las distancias, puede verse reflejado en los logotipos y mensajes publicitarios de hoy en día.

martes, 27 de mayo de 2014

Estelas Discoidales Vascas. 10 - Nombres y Fechas


Estelas de mujeres del siglo XVII (2004-2009). Pedro Zarrabeitia


A partir del siglo XVI la decoración de las estelas discoidales en Euskal Herria experimentó un profundo cambio, con la incorporación de los nombres y las fechas, a medida que el pueblo llano se fue alfabetizando. Hasta entonces la inscripción de textos, tan común en las estelas de influencia romana de los primeros siglos de nuestra Era, no se había continuado en las estelas autóctonas en los siglos posteriores, salvo en algunos ejemplares aislados de la época visigótica con inscripciones también en latín.

Esta evolución se produjo en los territorios de Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa, contribuyendo al gran desarrollo de las estelas discoidales en esa zona, durante los siglos XVI, XVII y XVIII. En los demás territorios, especialmente en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, las sepulturas con estelas habían desaparecido siglos antes y en Nafarroa coincidió en el tiempo con el cambio de costumbres funerarias y los enterramientos en el interior de las iglesias, lo que supuso perder el notable impulso que significó para las estelas la introducción de textos, que por otro lado se utilizó en las losas sepulcrales y en los dinteles de las casas y que más tarde se recuperó, aunque con poca fuerza, en algunas estelas tardías del siglo XIX.

La incorporación de letras y fechas en las estelas facilitó en gran medida la intencionalidad y el mensaje a trasmitir en la cabecera de las tumbas. Por un lado, la protección contra el demonio o los malos espíritus, que hasta entonces se había buscado con la presencia de la cruz y los ancestrales signos astrológicos, quedó reforzada con la incorporación de los nombres y monogramas de Jesús y María.

Por otro lado, la identificación de la estela con el nombre del difunto o de su casa, permitió organizar mejor los cementerios y dio más valor y perdurabilidad a los monumentos, en su cometido de recuerdo y lugar de oración. Finalmente, la dificultad de incluir nombres y fechas en el espacio limitado del disco obligó a los artesanos a distribuir los motivos en nuevas combinaciones. Así, los pies fueron agrandándose en forma trapezoidal y las orlas se llenaron de inscripciones al estilo de las monedas de la época.

Las representaciones de instrumentos de los oficios no eran ya necesarias para la identificación del difunto y pasaron a significar un complemento de su personalidad o referencia del gremio, a la manera de un sello decorativo. Todo ello condujo a elevar el nivel artístico de los diseñadores y la calidad técnica de los canteros. Las estelas ganaron en complejidad, información, armonía y belleza.

El proceso se inició probablemente con los monogramas de Jesús y María acompañando a la cruz, de acuerdo con las directrices del Concilio de Trento y la poderosa influencia de la Compañía de Jesús. Posteriormente se fueron incorporando las fechas, solas o junto a los monogramas, y finalmente llegó la aceptación definitiva de los textos, con la inclusión de los nombres de los difuntos o de sus casas. La múltiples combinaciones de los tres elementos a inscribir, monogramas, fechas y nombres, solos o acompañados, hacen difícil su selección y presentación. Por eso en este libro se dedica un capítulo exclusivamente a los monogramas, dada su abundancia y fuerza creativa, y el presente a las estelas con nombres y fechas, dispuestas en orden cronológico desde 1507 hasta 1874.

Mirando desde hoy, y aún cuando la cantidad de ejemplares con inscripciones no supera el 20% del total, podemos afirmar que la introducción del lenguaje escrito en las estelas, ha facilitado la labor de los etnólogos al situar en el tiempo estos monumentos funerarios, tan difíciles de datar para los investigadores. Ha permitido, también, constatar el uso y evolución de muchos nombres y apellidos y la convivencia de los tres idiomas utilizados en aquellos tiempos: el francés y en algún caso el castellano, como idiomas oficiales; el latín, como lenguaje culto y de la Iglesia y el euskara como idioma popular.

Finalmente, es importante destacar que la disposición y tipología de las palabras y los números, de acuerdo a unos patrones probablemente derivados de las antiguas inscripciones romanas, dio lugar a un estilo de letra de características propias, que también se utilizó a partir de entonces en las losas funerarias de la Navarra peninsular y en los dinteles de las casas. Pasó luego a las cubiertas de los libros y ha perdurado hasta nuestros días, popularizándose con el nombre de letra vasca, como una seña más de identidad del país.



Estelas con la fecha grabada (dibujos) 2011. Pedro Zarrabeitia



domingo, 25 de mayo de 2014

Estelas Discoidales Vascas. 09 - Monogramas IHS y MA


Estelas de Etxalar (N) 2008. Pedro Zarrabeitia


Durante los primeros tiempos del Cristianismo, las continuas persecuciones por parte de los emperadores romanos obligaron a los cristianos a utilizar símbolos y códigos secretos para protegerse e identificarse entre ellos. Utilizado ya en los epitafios de las primeras catacumbas de Roma, el que más ha perdurado es el Crismón, abreviatura del nombre de Cristo en griego, formada por las dos primeras letras X y P superpuestas. Su gran divulgación y aceptación como símbolo cristiano se produjo en el siglo IV a raíz de su adopción como estandarte por el emperador Constantino I, primer emperador romano convertido al Cristianismo, que lo impuso en todo el Imperio. Su versión medieval, encerrado en un círculo y con la incorporación de las letras A (Alfa), W (Omega) y S (Sigma), igualmente asociadas a Jesucristo, tuvo innumerables representaciones en las iglesias y monasterios de la época.

No obstante, su presencia en las estelas discoidales de Euskal Herria fue muy escasa, si nos atenemos a la reducida cantidad de ejemplares encontrados. Este hecho no deja de ser extraño, considerando su extensión por toda la cristiandad, especialmente en las iglesias medievales, y teniendo en cuenta la forma propia del crismón, tan fácilmente adaptable a la tipología de las estelas. Podría interpretarse que este jeroglífico de letras griegas, se hacía más difícil de entender para los primeros cristianos de estas tierras que la simple cruz de la crucifixión o el monograma de Jesús IHS, también obtenido a partir de las letras griegas de su nombre, pero fácilmente latinizadas y traducidas por el “Jesús Hombre Salvador”.

De hecho el signo cristiano que prevaleció durante la Edad Media en las estelas vascas, período casi exclusivamente circunscrito al reino de Navarra, fue la cruz con sus múltiples variaciones, como hemos visto en los capítulos anteriores.  Más tarde, en el siglo XVI, llegaría la difusión extraordinaria del uso de la estela en los cementerios de Iparralde y el monograma de Jesús pasaría a ser uno de los signos más empleados en las decoraciones funerarias, impulsado por dos grandes santos amantes del nombre de Jesús como San Bernardino de Siena, predicador franciscano del siglo XV, que lo mostraba en su báculo en los sermones y, especialmente, San Ignacio de Loyola que lo utilizó como sello personal y emblema de la Compañía de Jesús.

Las primeras versiones del monograma IHS aparecen en las estelas vascas durante el siglo XVI, al principio en su forma más simple, las tres letras en minúscula en un cuadrante de la estela, para después pasar a ocupar el centro del disco y adquirir el protagonismo definitivo de su decoración a lo largo del siglo XVII, en lo que se podría considerar como una de las más curiosas e interesantes muestras de la evolución de un símbolo gráfico en la historia del arte.

Con sus mil variaciones, adornos y deformaciones, los canteros vascos demostraron su gran habilidad para no repetirse y su cualidad, bien demostrada en el mundo de las estelas, para obtener expresiones artísticas de los motivos más comunes. En estas estelas del monograma podemos ver influencias de todos los estilos que se manifiestan a través de múltiples combinaciones, oscilando entre las ornamentaciones más recargadas hasta el esquematismo casi abstracto de muchos de los dibujos.

A esta riqueza de las expresiones gráficas del monograma IHS contribuyó, también, la inclusión de complementos iconográficos como los tres clavos de la Crucifixión, el corazón de Jesús, la corona radiante, las letras alfa y omega y sobre todo el monograma MA del nombre de María, con los que se consiguieron combinaciones de una gran originalidad y belleza.

El nombre de Jesús

Los primeros  monogramas de Jesús y María en las estelas vascas fueron en letras minúsculas y subordinadas a la cruz central. Posteriormente la tilde de abreviatura se incorporó a la h del IHS, formando la cruz y pasó a constituir la decoración principal del disco. A partir de ahí, las variaciones en todos los estilos fueron incontables, enriqueciendo el diseño original con todo tipo de elementos astrales, vegetales y filigranas, e incluyendo motivos inusuales, como el crucificado de la estela de Arrangoitze o abstracciones como las de Izize y Maule.

Conviene señalar que los canteros del lado sur de los Pirineos, en los valles del norte de Navarra, que quizá trabajaban a ambos lados de la “muga”, formaron parte de este despliegue ornamental del monograma IHS, incorporándolo en las losas de las tumbas y en las portadas de las casas, cuando ya las estelas habían desaparecido de los cementerios.

Con la implantación del monograma de Jesús como motivo innovador en la decoración de las estelas de Iparralde del siglo XVI, se produjo un gran avance en el nivel artístico y técnico de los artesanos de la época, que, sujetos a un tema común, tuvieron que esmerarse para lograr efectos originales y no repetitivos, haciendo hincapié en la variación y calidad de los adornos acompañantes.

Especialmente importantes fueron las variaciones labortanas de este monograma (se dieron casi exclusivamente en Lapurdi), que combinando una rica ornamentación de la cenefa de la estela con el estilizado, la deformación e incluso la eliminación de alguna de las letras, consiguieron unos resultados artísticos notables. Las coronas de dientes y arcos glorifican el nombre de Jesús, así como la combinación con pequeños símbolos florales y solares. Quedan en el misterio los posibles mensajes, hoy desconocidos, de la manipulación de las letras del monograma, como la creación del símbolo geométrico parecido a un dólar, donde la letra S cobra un gran protagonismo, representando a veces a una serpiente y consiguiendo resultados plenos de equilibrio y modernidad. La incorporación del monograma del nombre de María MA y de las letras alfa y omega añadió más complejidad a las combinaciones.

Alfa y omega

La inclusión de las letras alfa y omega del Apocalipsis en la iconografía cristiana se dio desde los primeros tiempos del Cristianismo, tanto solas como añadidas al monograma de Cristo en el crismón, o colgadas de los brazos de la cruz al estilo visigótico, como vemos en uno de los sarcófagos de Argiñeta, en este caso en orden invertido por su carácter de epitafio funerario. En las estelas vascas de Iparralde su presencia fue muy escasa pero de singular originalidad y belleza, como puede apreciarse en el ejemplar de Arhantsusi, con las dos letras superpuestas, ejemplar único entre nuestras estelas, así como en las cuatro estelas incluidas en el libro, donde las letras alfa y omega envuelven al monograma IHS estilizado que hemos visto en las páginas anteriores, en un ejercicio de síntesis y equilibrio que viene a ser la quintaesencia de la estela discoidal vasca de ese período.


martes, 13 de mayo de 2014

Estelas Discoidales Vascas. 08 - La Cruz en las Estelas





Estelas de Lakarri (Z) 2007. Pedro Zarrabeitia

Dejando aparte los signos cruciformes y esvásticas que desde tiempos remotos han adornado las estelas más primitivas de nuestro entorno, podemos aceptar que las estelas discoidales han llegado hasta nuestros días gracias a su condición de soporte funerario del signo de la cruz cristiana, desafiando el dictado de las diferentes modas y costumbres. Su incorporación a las estelas de la Edad Media, tras el asentamiento definitivo del cristianismo en Euskal Herria, las rescató del olvido o la prohibición del período visigótico, promoviendo su renacimiento y extensa proliferación, primeramente, en el reino de Navarra y con posterioridad en los territorios de Iparralde.

Una vez aceptada como obligatoria la presencia del signo de la cruz en los enterramientos como símbolo de protección y de identidad de la población cristiana, la posibilidad de utilizar las dos caras de la estela facilitó a los artesanos medievales la introducción del nuevo símbolo, sin renunciar al mantenimiento de los símbolos tradicionales de inspiración pagana, dando origen a una organización decorativa de la estela discoidal que se ha mantenido a lo largo de su historia. Esto es, por un lado, un motivo principal, elaborado, artístico y cargado de simbología e información, tanto de inspiración astrológica como cristiana, y que se considera por parte de los expertos como el anverso, y por el otro, una cruz sencilla o el monograma IHS, constantemente repetidos, al estilo de las monedas que los reyes de Navarra empezaron a acuñar en esa época. La cruz más simple de brazos iguales o cruz griega se adaptó perfectamente al formato circular de la estela, permitiendo el complemento  equilibrado de todo tipo de símbolos en cada uno de los sectores.

Dentro de la infinita variación de formas que ha adoptado la cruz en la simbología universal, la estela discoidal presenta un muestrario prácticamente inigualable, que ha hecho las delicias de los expertos interesados en las clasificaciones, inventarios y terminologías, que muchas veces confunden al profano, asignando nombres, épocas y procedencias diversas a las mismas o parecidas formas de cruces, de la mano de definiciones históricas procedentes de la arqueología, la heráldica o la numismática. En una época en que las Ordenes religiosas, las Ordenes militares y las Cruzadas se extendieron por Europa bajo diferentes formas de la cruz, no es de extrañar su aparición en las estelas discoidales de Euskal Herria. Cruces de los Templarios, de los caballeros del Santo Sepulcro, de San Juan de Jerusalén, de los cátaros, de Calatrava, de Malta, de Santiago, etc., se mezclan en las decoraciones, en versiones muchas veces borrosas e imprecisas, que dificultan su interpretación. Es de destacar que no aparecen nunca en la decoración de las estelas vascas las cruces laureadas visigóticas ni las universalmente conocidas cruces celtas.

Con el fin de que se aprecien mejor las diferencias y variaciones de los distintos modelos, y sin más rigor que el divulgativo, hemos distribuido las estelas en varios apartados, atendiendo a la frecuencia e importancia del uso de cada tipo de cruz en las distintas zonas de Euskal Herria. Hemos utilizado el apelativo más común con que se les conoce, aunque no correspondan exactamente con las denominaciones catalogadas de uso habitual en el mundo de las estelas discoidales y que proceden principalmente de las propuestas de los investigadores franceses Leo Barbé y Pierre Ucla, conocidas a través de los Congresos Internacionales de Estelas Funerarias. Consideramos los siguientes tipos de cruces:

¨ Griegas ¨ Latinas ¨ Recruzadas ¨ Flordelisadas ¨ De Malta ¨ Especiales

En cada apartado se han incluido las cruces asociadas o derivadas del prototipo principal y cuando ocupan la posición protagonista en la decoración del anverso de la estela. Así, por ejemplo, dentro del grupo de “Cruces de Malta”, están incluidas las formadas con brazos divergentes o abocinados, ya sean rectos o curvos y con diferentes bases, y que en el argot de las estelas discoidales han recibido diversos nombres (recordemos las cruces de Jerusalén de Luis Colas, que J. M. de Barandiarán llama cruces de Malta) y que representan uno de los símbolos más repetidos en las estelas de Euskal Herria, muy a menudo en el reverso.

Las cruces que forman parte de monogramas o están acompañadas de inscripciones y otros motivos más destacados, están incluidas en los capítulos correspondientes a esas decoraciones. También ocupan un capítulo especial las estelas que presentan las tres cruces del Calvario, por su singularidad y su utilización repetida en zonas muy concretas del país.


Las iglesias trinitarias

Por todo el verde paisaje de Zuberoa abundan las iglesias de diferentes épocas y estilos, desde el románico al neoclásico, la mayoría de porte modesto, pero perfectamente integradas en los pequeños núcleos urbanos, donde dibujan, junto al frontón abierto, la plaza y las casonas de tejados de pizarra, las viejas estampas del corazón de Euskal Herria. Por lo general, permanecen abiertas todo el día, lo mismo que el viejo cementerio junto a sus muros, donde se mantienen entre flores las antiguas estelas de los antepasados.

Pero hay una característica en muchas de estas pequeñas iglesias que las hace inconfundibles. Sus tres pináculos de la fachada principal, rematados con cruces diminutas, y que en algunos casos acogen a las campanas y al reloj de la iglesia, nos confirman que nos hallamos en el país suletino. Son las iglesias trinitarias. Ignoramos el origen del nombre y también la razón de tales remates, aunque se les atribuyen dos posibles explicaciones. Una, como consagración a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, de donde vendría el apelativo, y la otra, como representación del calvario de la Crucifixión. Más lógica parece la segunda propuesta si tenemos en cuenta que en muchos de los casos la pieza central es algo superior a las dos laterales. En Francia se las conoce con ambos nombres: iglesias trinitarias o iglesias con calvario. Es curioso comprobar que el alto muro que soporta los tres pináculos está construido con esa principal función, como torre para que se vean los pequeños triángulos de lejos, más que como espadañas, sin ninguna otra decoración y sin sitio de acceso para las campanas, que muchas veces necesitan de casetas adosadas al muro para su manejo y en algún caso ni siquiera funcionan como campanarios.

La mayoría de estas iglesias se encuentran localizadas en Zuberoa y algunas en las zona limítrofes de Nafarroa Beherea. 


Estelas de calvario

Esta singularidad de la representación del calvario en las iglesias se repite en el mundo de las estelas discoidales, donde las tres cruces que aparecen en la decoración de un buen número de ellas, especialmente en Zuberoa, nos hace suponer que existe una relación con las iglesias trinitarias, como podría ser el resultado de una norma especial de la Iglesia o de una Misión de penitencia y oración, como las que se celebraban periódicamente por diversas zonas del país. Avala esta suposición la proximidad en el tiempo, ambas son creaciones de los siglos XVI y XVII; en el espacio, ubicadas prácticamente unas al lado de las otras en la misma zona geográfica; y en el concepto, participando de la misma imagen de la crucifixión de Cristo en el Gólgota.

Zuberoa

Las estelas de calvario de Zuberoa representan una imagen figurada de la escena de la muerte de Jesucristo con las tres cruces de la crucifixión. La cruz principal es griega y ocupa todo el disco, apoyada en una base escalonada. En la mayor parte de los casos son cruces recruzadas o trilobuladas; dos de ellas tienen cruces flordelisadas, al estilo de Nafarroa Beherea, y en un solo ejemplar aparece una “cruz de Malta”. Las dos cruces pequeñas son siempre latinas y están dispuestas a ambos lados de la cruz central, bajo sus brazos y apoyadas en la misma base. Pequeños círculos, estrellas y flores de lis completan la decoración.

Entre las estelas de calvario suletinas destacan tres de ellas por su singularidad: la de Iruri, con tres cruces latinas y una rama de olivo, en una versión “romántica” del calvario; la de Etxebarre, con la cruz principal de brazos abocinados curvos, en una aceptación expresa como tal de este símbolo, que normalmente ocupa el reverso de numerosas estelas; y la de Altzai, con tres cruces latinas sobre el mismo plano y única con inscripciones, junto con otra muy parecida en Aribe, Nafarroa.

Nafarroa beherea

En Nafarroa Beherea las estelas de calvario de las zonas limítrofes con Zuberoa el estilo es similar al de las estelas suletinas, pero en el valle de Behorlegi a Garazi se da una variante más ilustrada, con la cruz principal flordelisada y las cruces pequeñas apoyadas en el brazo horizontal. La decoración aporta también un dato importante, la fecha, aprovechando para ello el pie de la estela. Destaca entre ellas la estela de Hozta, actualmente en el museo de Baiona.

Nafarroa

La estelas de calvario navarras se encuentran concentradas en el valle de Aezkoa, en plenos Pirineos, a pocos kilómetros de las estelas de Iparralde, con las que presentan un claro parentesco, especialmente la de Aribe con un evidente parecido con la de Altzai en Zuberoa. Algunas características que las distinguen son las cruces pequeñas separadas de la base y con sus propias peanas y los brazos de la cruz principal terminando en bisel.

domingo, 11 de mayo de 2014

Estelas Discoidales Vascas. 07 - Estelas y Estrellas


Estela de Zibitze (NB) 2007. Pedro Zarrabeitia


Los dibujos geométricos son la base de la decoración de las estelas discoidales, desde su mismo origen. La elaboración de figuras geométricas por medio de la regla y el compás ha constituido el modus operandi de los fabricantes de estelas de todas las épocas, desde la señalización del punto central y el trazado del disco para cortar la piedra, hasta el más complicado dibujo de un dodecágono estrellado, según parámetros de la geometría clásica ya establecidos por Euclides 300 años antes de Cristo en su obra Los elementos.

Formas tan sencillas como líneas paralelas, en cruz o en zigzag, arcos y círculos concéntricos, empleadas en las estelas primitivas, dieron paso a dibujos más complicados como ruedas, esvásticas, hexapétalas, espirales y entrelazados, hasta llegar a los pentagramas, hexagramas y demás polígonos estrellados, sirviendo de vehículo de expresión de las diferentes creencias y dando forma a los símbolos de los ritos funerarios.

La mayoría de estas estrellas geométricas se forman a partir de una circunferencia en la que se encuentran inscritas. Esta es, sin duda, una de las características que facilita su perfecta adaptación a las estelas discoidales.

Las principales formas geométricas que han ocupado las estelas vascas, han sido la flor de seis pétalos o hexapétala, desde tiempos prehistóricos, la cruz de brazos divergentes curvos, también de probable origen precristiano y las estrellas o polígonos estrellados de cinco, seis y más lados, asociadas en Euskal Herria a épocas medievales y posteriores. La hexapétala, signo solar por excelencia, se ha incluido en el capítulo de Símbolos astrales y las cruces de Malta y similares forman parte del capítulo La cruz en las estelas. En el presente capítulo exponemos una selección de estrellas poligonales, entre las que destacan especialmente el pentagrama o pentalfa y, sobre todo, el hexagrama o sello de Salomón.

Pentalfa

El polígono estrellado de cinco lados, pentalfa o pentagrama, viene envuelto desde la civilización griega en un halo de misterio, relacionado con las corrientes religiosas y filosóficas de carácter esotérico y ocultista y con la alquimia, la magia y la astrología. Está considerado como el símbolo de la perfección, ya que encierra en sus medidas la sección áurea o proporción divina, el valor j = 1,618 de la relación entre segmentos de determinadas figuras geométricas, como el pentágono, que ha sido considerado en la antigüedad como el patrón de belleza y armonía en las obras de arte. Ignoramos hasta qué punto han podido influir tales características en su inclusión en las estelas vascas -¿misticismo, protección, signo gremial?- pero no hay duda de que les aportan un toque de misterio y belleza.

Sello de salomón

El hexagrama o estrella de seis puntas, formado por dos triángulos equiláteros contrapuestos, es otro de los símbolos destacados dentro de la iconografía de las estelas discoidales. Llamada indistintamente estrella de David o sello de Salomón, participa, también, de todas las leyendas y simbolismos de las ciencias ocultas, cabalísticas y esotéricas. Aparte de la facilidad y atractivo estético de su trazado dentro de la circunferencia de la estela, y de la posibilidad de integración de otros signos tradicionales como cruces y hexapétalas en su zona central, ese carácter de talismán o símbolo protector que se le ha atribuido, ha podido contribuir a su difusión extraordinaria en el mundo de las estelas. 

Otras estrellas

Del conjunto de 1150 estelas estudiadas por el autor, cerca de un 10 % corresponden a ejemplares con algún tipo de estrella en su decoración. Se reparten casi por igual el número de estelas con pentalfas, el de estelas con el sello de Salomón y el resto. Entre estas últimas figuran principalmente estrellas de ocho y doce puntas. Se ha considerado que las coronas estrelladas de más de doce puntas forman parte con más propiedad del conjunto de símbolos solares que del de las estrellas geométricas, así como algunas filigranas con forma de estrellas de lados curvos.



jueves, 8 de mayo de 2014

Estelas Discoidales Vascas. 06 - Arte en las estelas


Estelas de Urzainki (N) 2009. Pedro Zarrabeitia


El arte de las estelas es un arte popular. Estos modestos monumentos funerarios, modestos en comparación con las grandiosas tumbas y mausoleos de la antigüedad, e incluso en relación con los sepulcros de reyes y nobles de su tiempo, nacen como encargo, no de los poderosos de la tierra, sino de personajes y familias de pequeños núcleos humanos, mayoritariamente rurales, como memoria y señalización del enterramiento de sus muertos. Son obras de arte modestas, dentro del patrimonio cultural del mundo, pero llenas de contenidos estéticos, simbólicos y etnográficos, como expresiones de la vida colectiva, las creencias, la religión, el saber, las costumbres, la organización social y política del pueblo vasco.

Las estelas discoidales poseen una serie de características comunes que las convierten en exponentes importantes de la cultura y el arte popular:

El mantenimiento de su tradición a lo largo de los siglos, lo que ha permitido acumular una inmensa cantidad de obras.

La repetición sistemática del material  de piedra y de su forma externa discoidal.

La continua incorporación de nuevos motivos de decoración sin abandonar formas y símbolos ancestrales.

La sencillez y belleza de sus abstracciones esquemáticas.

La combinación armoniosa de dibujos autóctonos y foráneos.

Las originales e inagotables variaciones de un mismo motivo decorativo.

El sentido estético de las proporciones, la simetría, el ritmo y el equilibrio.

El atractivo misterioso de muchos de sus símbolos enigmáticos.

En las estelas discoidales de Euskal Herria, al igual que sucede en las obras artísticas de todos los pueblos, hay influencias e intercambios con las culturas de los pueblos de su alrededor, así como con otras expresiones artísticas de su propio entorno. Esto se da desde la aparición de las primeras estelas, con dibujos de clara inspiración y simbología astral, compartida con los pueblos celtas, más tarde con las influencias más o menos acusadas de las dominaciones romana, visigótica y musulmana y finalmente, tras la implantación definitiva de¡ Cristianismo, con los grandes movimientos europeos del arte románico, gótico, renacentista, barroco y neoclásico.

“El arte popular de un lugar determinado, en sus formas generales, corresponde a las necesidades naturales del ambiente. Nada en él es casual. Aun cuando en muchas ocasiones su verdadero sentido pueda sernos incomprensible, en sus formas primitivas está ligado, indudablemente, a la fuente de la misma vida de una agrupación humana. Lo que es la esencia misma de una obra de arte, la belleza, no se puede encerrar en regla ni prescripción alguna. La belleza no conoce ninguna evolución ni en el tiempo ni en el espacio. Las obras de belleza acabada existían ya en el paleolítico, sea como utensilios de piedra, sea como pinturas en las cuevas, etc.; y el valor de belleza de aquellas obras de estos desconocidos artistas del paleolítico no es inferior a las obras maestras del Renacimiento o de los artistas contemporáneos. La diferencia consiste tan sólo en el grado de saber, en el empleo de distintos materiales y en el uso de una técnica más acabada e instrumentos de mayor precisión.

Cada buena forma es la expresión del uso a que ha sido destinada. Expresa el sentido del objeto dado en relación con el hombre. En su sencillez y en la finalidad de su construcción está su belleza. Es un rasgo inconfundible de cada obra de arte el armonioso conjunto de todos sus componentes, de los cuales cada uno corresponde a un fin determinado.

Se puede deducir, que el arte popular no se diferencia en sus formas esenciales del arte superior. Se le puede llamar el espejo de la vida del pueblo en toda su riqueza de manifestaciones espirituales y materiales. Su particularidad consiste en la diferencia de las condiciones, posibilidades y medios técnicos, y lo que es más importante, en el ambiente en que se desenvuelve. El valor del arte popular consiste principalmente en el hecho de que el pueblo, alejado de los grandes centros de la vida, ha sabido conservar en sus creaciones un estilo propio, elaborado por muchas generaciones”.

(Eugeniusz Frankowski. “Cuestiones generales acerca del arte popular vasco”. V Congreso de Estudios Vascos. Bergara 1930)

Arte primitivo

Lejos de las manifestaciones mágico-artísticas de las pinturas rupestres y de los abundantes restos del arte megalítico, las muestras del arte popular en estas tierras se limitan a los escasos utensilios y adornos de la Edad de los Metales que hoy podemos contemplar en los museos. La presencia de nuevo de una intención artística autóctona se da con la aparición de las primeras estelas funerarias en los siglos próximos al comienzo de nuestra Era.

Las primeras estelas funerarias de Euskal Herria aparecen entre los siglos II a. C. y II d. C.- y son una clara muestra de representación geométrica del culto solar en los ritos funerarios indígenas. Esta inspiración de la simbología astral perdurará a lo largo de la evolución de la estela durante siglos. La influencia celta, junto con las aportaciones autóctonas, y la avanzada técnica del trabajo de la piedra aprendida de la cultura funeraria romana, dieron lugar a una serie de piezas de gran belleza, localizadas principalmente en Araba y Bizkaia y que desgraciadamente no tuvieron continuidad en los siglos posteriores.

La geometría aplicada al diseño tiene en sí misma una belleza asociada inagotable. No parece difícil, para una mente artística, alcanzar resultados atractivos y estéticos a partir de dibujos geométricos más o menos complicados. Esta propiedad ha sido utilizada por el hombre desde tiempos prehistóricos. A lo largo de todas las civilizaciones, en diferentes partes del mundo, se han ido produciendo infinidad de figuras geométricas, muchas veces similares, persiguiendo finalidades funcionales, decorativas, mágicas o religiosas. Líneas paralelas o en zigzag, círculos, triángulos, esvásticas, ruedas, cruces, estrellas, lazos, etc. constituyen parte importante del acervo etnográfico y artístico de la humanidad, desde que el hombre fue consciente de su valor como símbolo y talismán o como elemento embellecedor de sus herramientas y utensilios.

Navarra medieval

En Euskal Herria el empleo de decoraciones geométricas en las estelas funerarias discoidales se ha venido repitiendo, con diversas evoluciones, variantes e interrupciones, durante más de dos mil años. Floreció especialmente en Navarra durante la Edad Media, en los siglos de máxima utilización de las estelas como cabecera de sepulturas o señales en los caminos. Espléndidos artesanos de la piedra recurrieron con frecuencia al dibujo geométrico, siempre que el uso obligatorio de los signos de inspiración cristiana o las referencias al difunto se lo permitían. Utilizaron para ello los antiguos motivos autóctonos de simbología astral, como flores, estrellas, rayos y ruedas solares, incorporando al mismo tiempo todas las influencias de los estilos mozárabe, románico y gótico, que seguramente conocían al participar en la construcción de las ermitas e iglesias de su tiempo. Para esta época los artesanos encargados de esculpir estelas estaban ya imbuidos por el arte que se expandía por toda Europa y que incorporaron a los antiguos cánones de decoración y belleza.

La Iglesia tuvo una gran influencia en el mundo medieval, no sólo por su gran poder espiritual sino debido sobre todo a sus poderes políticos y económicos, que le permitieron competir con ventaja con nobles y reyes en las grandes decisiones de su tiempo. También fue el principal motor para la extensión del conocimiento de las ciencias, la historia, la filosofía, el arte y todo el saber acumulado de la Humanidad. La implantación de miles de monasterios por toda Europa, ejerciendo de correa de transmisión de todas las manifestaciones culturales de oriente a occidente, contribuyó a dar forma a las expresiones artísticas que tomaron cuerpo durante la Edad Media, especialmente el arte románico y el gótico.

Los monasterios de Leyre, Iratxe, Irantzu, Fitero, Tulebras y la Oliva, fueron sin duda impulsores del gran florecimiento de las estelas discoidales en Navarra durante la época medieval. Su gran ascendiente religioso, social y económico, les permitiría señala las directrices para el desarrollo de los ritos funerarios y la construcción y los motivos decorativos de las estelas en los enterramientos. Las influencias románicas y góticas son claramente visibles en las estelas navarras de esta época y los artesanos navarros supieron desarrollar un sin fin de variaciones geométricas y filigranas artísticas a partir de ellas.

Pequeños retazos del arte universal, plasmados en rosetones, claves de bóvedas, arquivoltas, capiteles y canecillos de iglesias y monasterios, pasaron al modesto soporte de las estelas en tumbas y caminos. Con el paso del tiempo estas joyas del arte popular fueron quedando solas en los cementerios, al extenderse durante el siglo XV la costumbre de enterrar a lo muertos dentro de las iglesias y desgraciadamente quedaron expuestas a la intemperie, el abandono y el olvido.

Renacimiento

A partir del siglo XVI se vivió en el norte del país un gran resurgir del uso de las estelas discoidales, especialmente en el entorno rural, donde su empleo fue generalizado. Durante un período de cerca de dos siglos este renacimiento dio lugar a una producción de estelas discoidales sin igual en ninguna otra parte, más de 3.000, en una época en que su uso estaba casi desaparecido en el resto de Euskal Herria. Sin abandonar los últimos rasgos de la influencia gótica, los nuevos aires del Renacimiento, la Contrareforma y los jesuitas, influyeron notablemente en la iconografía de las estelas, dando paso a una mayor libertad de improvisación de los artesanos de la piedra, dentro, eso sí, de unas pautas cristianas más rígidas, que obligaban a incluir una cruz sin adornos en el reverso de todas las estelas.

Las instrucciones que seguramente emanaron del Concilio de Trento y el Santo Oficio, reafirmaron el uso casi exclusivo de la simbología cristiana, aceptando los signos astrales del pasado como signos celestiales decorativos. Cruces de todos los tipos, calvarios, monogramas de Jesús y María, corazones y custodias, formaron el nuevo temario de la decoración de las piedras circulares, con un lenguaje artístico evolucionado, cercano ya al estilo barroco ornamental.

La nueva imaginería cristiana impuso la creación de un lenguaje más complicado con los nuevos símbolos y motivos decorativos y sobre todo con el hecho importante durante este período de la incorporación de nombres y fechas en las estelas, inscritos en latín, francés o euskera. Para ello se utilizó tanto la orla exterior del disco como el pie de la estela, lo que contribuyó a complicar su composición artística. Motivos continuamente repetidos fueron el hexágono estrellado, la flor de lis, que ya se utilizada en las monedas del reino de Navarra desde la Edad Media y que en esa época era símbolo de la realeza francesa –reyes de Francia y de Navarra-, y el monograma IHS, divulgado por los jesuitas, no en vano las dos principales cabezas visibles de la Compañía en sus inicios eran vascos. Asombra contemplar la originalidad y variación de cruces flordelisadas y monogramas IHS, junto a la flor de seis pétalos tradicional. A finales del siglo XVII apareció también el lauburu como elemento simbólico y decorativo propio.

El estilo del Adur

Los pueblos de la frontera norte de Euskal Herria, en la ribera izquierda del Adur, aportaron un estilo propio a la decoración de las estelas discoidales vascas, que alcanzó todo su esplendor durante el siglo XVIII, aplicando a la piedra el virtuosismo de las tallas en madera de los arcones y otros muebles de la época. Este estilo destaca por lo recargado de sus motivos decorativos, que se extienden ampliamente por el pie, dotando a la estela de una altura considerable con la intención de conseguir espacio para más ornamentos y altura para destacar sobre otros monumentos funerarios. Se acusa ya la decadencia del uso simbólico tradicional de la estela en los enterramientos, a medida que va siendo aceptada su sustitución definitiva por cruces y losas de piedra. Se extendió durante más de un siglo por los pueblos del norte de Lapurdi, como Mugerre, Hiriburu, Basusarri, Milafranga, Lehuntze, Urketa, Ahurti, Gixune, llegando su influencia hasta Arrangoitze, Jatsu y Ahierra.

Las estelas de los pueblos del Adur se caracterizan por el empleo de elementos tradicionales como dientes de sierra, pequeños triángulos, flores, ruedas solares y lauburus, de forma generosa pero, cabe pensar, sin ninguna intención simbólica asociada a ritos funerarios arcaicos, sino más bien a efectos estéticos y decorativos. En algunos casos se dan hasta cuatro cenefas dentadas en el borde del disco, lo que supone un trabajo extraordinario de filigrana sobre piedra, a la par que un cierto sentido de ostentación ajeno al espíritu religioso del monumento. También puede interpretarse este alarde ornamental como una expresión acentuada de los signos de la cultura vasca, que han ido tomando forma a lo largo de los siglos, y que han sido asumidos definitivamente como propios por los artesanos de la época.