Estelas de Irulegi (NB) 2007. Pedro Zarrabeitia |
De las primeras estelas discoidales de comienzos de
nuestra Era, apenas quedan muestras, debido al tiempo transcurrido, al tamaño
reducido de estos monumentos que facilita su extravío y expolio y al escaso
valor que se les ha atribuido. Muchas de ellas, de existir, permanecen
enterradas Las que se han ido
descubriendo corresponden a la zona más occidental del país, que en aquella
época vivió una confusa convivencia de celtas, iberos, invasores romanos y
poblaciones autóctonas. Su influencia en el devenir posterior de las estelas es
indudable, pues no sólo implantaron una forma exterior imperecedera, sino que
incorporaron a los ritos funerarios una simbología astral de trascendencia
universal, transmitiendo las creencias de nuestros antepasados en documentos
imborrables.
Desde el final de la dominación romana hasta la
implantación definitiva del Cristianismo en Euskal Herria, a comienzos de la
Edad Media, el mundo de las estelas discoidales no ha dejado más huella que
unos cuantos restos dispersos, seguramente de estelas primitivas reutilizadas
bajo influencia visigoda, y las estelas de la necrópolis de Argiñeta en
Bizkaia, depositadas junto a varios sarcófagos visigóticos del siglo IX. Dado
que sus hermosos y enigmáticos dibujos son de carácter astrológico, sin ningún
signo cristiano, no se puede asegurar que sean de esta época visigótica, sino
muy posiblemente de tiempos previos a la llegada del cristianismo a estas
tierras. Es de destacar el parecido de una de ellas con la estela del oppidum
romano de Iruña-Veleia depositada en el Museo de Alava.
Parece evidente que en su paso de varios siglos en
intermitente lucha-convivencia con las poblaciones autóctonas, los visigodos no
facilitaron el uso de las estelas, sino que más bien acabaron con ellas
(recordemos las normas en su contra de los Concilios de Toledo en los siglos VI
y VII que cita A. Aguirre en su libro Estelas
discoidales de Gipuzkoa). En todo caso, las muestras más evidentes de su
estancia en nuestras tierras fueron las inscripciones toscas que dejaron en las
iglesias rupestres y cuevas artificiales y en los epígrafes de las estelas
funerarias tabulares, que analizan A. Azkarate e I. García Camino en sus
documentados estudios.
Siendo la estela funeraria una expresión del sentido
religioso del hombre, de origen pagano y “convertida” posteriormente al cristianismo,
no es de extrañar la influencia que en su proliferación tuvieron las grandes
convulsiones de la Cristiandad durante el segundo milenio de nuestra Era, y que
afectaron directamente a Euskal Herria, de nuevo en la encrucijada de la
grandes crisis europeas. Las dos oleadas de fervor (o fanatismo) religioso que
convulsionaron la Europa occidental, una a comienzos del milenio, con la
implantación de cientos de monasterios de las órdenes monacales, la
intensificación de la ruta jacobea y la lucha contra el avance musulmán, y la
otra, a partir del siglo XVI, con el renacimiento del catolicismo, el poder
papal y la Contrarreforma, coinciden con los dos grandes ciclos de expansión de
las estelas en estas tierras, el primero en Nafarroa y el segundo en Lapurdi,
Nafarroa Beherea y Zuberoa.
El resurgir de la estela discoidal en Nafarroa fue
espectacular a lo largo de la Edad Media. Cientos de monumentos han ido apareciendo
en la mayoría de los pueblos de la mitad norte y la zona pirenaica, dejando ver
la recuperación de aquellos símbolos astrales de sus predecesoras e
incorporando la exquisitez geométrica del primer románico y la explícita
iconografía cristiana, principalmente cruces, potenciada por los monasterios de
las Ordenes religiosas de Cluny y
del Cister. Es la época de esplendor de la estela discoidal a este lado de los
Pirineos, que coincide con el de los reinos de Pamplona y de Navarra. Se extenderá
hasta los siglos XV y XVI, cuando se establece la costumbre de enterrar a los
muertos en el interior de las iglesias y los señalamientos de las sepulturas se
realizan en las losas que las cubren. Su fin coincide también con la
desaparición del reino de Navarra bajo la corona de Castilla en 1512.
Sin embargo esto no ocurre así al norte de los
Pirineos. El reino de Baja-Navarra se mantiene independiente y toda la Vasconia
transpirenaica conoce tiempos de prosperidad y riqueza, bajo la dinastía de Albret,
y la conexión dinástica con Francia. El
resurgimiento católico provocado por el Concilio de Trento (1545) y las nuevas
normas doctrinales de la Contrarreforma, con la Compañía de Jesús (1534) al
frente, se extiende fácilmente por tierras anteriormente propicias a herejes y
brujerías.
Comienza una de las etapas de más riqueza en el desarrollo
de la estela discoidal. Los signos astrales se adaptan a las creencias
cristianas y el arte renacentista y barroco dejan su impronta, generando un sin
fin de variaciones de los símbolos renovados, sorprendentes por su iconografía
original y artística, algunas tan singulares e influyentes como el
lauburu. Se mantienen los enterramientos
en terrenos próximos a la iglesia, dando lugar a un tipo de cementerio campestre
(campo santo), sin tapias, con flores y árboles rodeando las estelas, como una
continuación del entorno rural, que se hará clásico en el paisaje del norte de
Euskal Herria.
Esta etapa concluye durante el siglo XVIII, con las
estelas de la zona del Adur, al norte de Lapurdi, en una especie de canto del
cisne del ancestral rito funerario, bajo un estilo enriquecido, recargado de
símbolos, digno de los palacios barrocos y neoclásicos. A partir de ese siglo
los cementerios se llenan de cruces y losas, quedando las viejas estelas
abandonadas.
Salvo alguna excepción, la estela discoidal desaparece
definitivamente de los cementerios vascos en el siglo XIX, sustituida por
cruces sobre panteones y tumbas de mármol, y no fue hasta la segunda mitad del
siglo XX cuando comenzaron a verse en los cementerios principalmente urbanos,
modernas reproducciones de las antiguas estelas, y nuevas versiones con palomas
y lauburus, en un intento de recuperación, envuelto en nostalgia y sentido nacionalista.
Una muestra de este resurgimiento son los cementerios ajardinados, con estelas
modernas, que están proliferando por doquier, siendo ejemplos a destacar los
cementerios modernos de Bakio en Bizkaia y Maule en Zuberoa. Más profunda ha
sido la recuperación estética de nuestros principales escultores. Las
estelas-escultura de Oteiza, Chillida y Basterretxea, son un ejemplo a seguir
si se intenta recuperar el verdadero sentido iconográfico y artístico de la
estela discoidal.