El apartado "Estelas Discoidales Vascas" es un extracto del libro "Estelas Discoidales de Euskal Herria" de Pedro Zarrabeitia. Editorial Pamiela (2011).

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jueves, 8 de mayo de 2014

Estelas Discoidales Vascas. 06 - Arte en las estelas


Estelas de Urzainki (N) 2009. Pedro Zarrabeitia


El arte de las estelas es un arte popular. Estos modestos monumentos funerarios, modestos en comparación con las grandiosas tumbas y mausoleos de la antigüedad, e incluso en relación con los sepulcros de reyes y nobles de su tiempo, nacen como encargo, no de los poderosos de la tierra, sino de personajes y familias de pequeños núcleos humanos, mayoritariamente rurales, como memoria y señalización del enterramiento de sus muertos. Son obras de arte modestas, dentro del patrimonio cultural del mundo, pero llenas de contenidos estéticos, simbólicos y etnográficos, como expresiones de la vida colectiva, las creencias, la religión, el saber, las costumbres, la organización social y política del pueblo vasco.

Las estelas discoidales poseen una serie de características comunes que las convierten en exponentes importantes de la cultura y el arte popular:

El mantenimiento de su tradición a lo largo de los siglos, lo que ha permitido acumular una inmensa cantidad de obras.

La repetición sistemática del material  de piedra y de su forma externa discoidal.

La continua incorporación de nuevos motivos de decoración sin abandonar formas y símbolos ancestrales.

La sencillez y belleza de sus abstracciones esquemáticas.

La combinación armoniosa de dibujos autóctonos y foráneos.

Las originales e inagotables variaciones de un mismo motivo decorativo.

El sentido estético de las proporciones, la simetría, el ritmo y el equilibrio.

El atractivo misterioso de muchos de sus símbolos enigmáticos.

En las estelas discoidales de Euskal Herria, al igual que sucede en las obras artísticas de todos los pueblos, hay influencias e intercambios con las culturas de los pueblos de su alrededor, así como con otras expresiones artísticas de su propio entorno. Esto se da desde la aparición de las primeras estelas, con dibujos de clara inspiración y simbología astral, compartida con los pueblos celtas, más tarde con las influencias más o menos acusadas de las dominaciones romana, visigótica y musulmana y finalmente, tras la implantación definitiva de¡ Cristianismo, con los grandes movimientos europeos del arte románico, gótico, renacentista, barroco y neoclásico.

“El arte popular de un lugar determinado, en sus formas generales, corresponde a las necesidades naturales del ambiente. Nada en él es casual. Aun cuando en muchas ocasiones su verdadero sentido pueda sernos incomprensible, en sus formas primitivas está ligado, indudablemente, a la fuente de la misma vida de una agrupación humana. Lo que es la esencia misma de una obra de arte, la belleza, no se puede encerrar en regla ni prescripción alguna. La belleza no conoce ninguna evolución ni en el tiempo ni en el espacio. Las obras de belleza acabada existían ya en el paleolítico, sea como utensilios de piedra, sea como pinturas en las cuevas, etc.; y el valor de belleza de aquellas obras de estos desconocidos artistas del paleolítico no es inferior a las obras maestras del Renacimiento o de los artistas contemporáneos. La diferencia consiste tan sólo en el grado de saber, en el empleo de distintos materiales y en el uso de una técnica más acabada e instrumentos de mayor precisión.

Cada buena forma es la expresión del uso a que ha sido destinada. Expresa el sentido del objeto dado en relación con el hombre. En su sencillez y en la finalidad de su construcción está su belleza. Es un rasgo inconfundible de cada obra de arte el armonioso conjunto de todos sus componentes, de los cuales cada uno corresponde a un fin determinado.

Se puede deducir, que el arte popular no se diferencia en sus formas esenciales del arte superior. Se le puede llamar el espejo de la vida del pueblo en toda su riqueza de manifestaciones espirituales y materiales. Su particularidad consiste en la diferencia de las condiciones, posibilidades y medios técnicos, y lo que es más importante, en el ambiente en que se desenvuelve. El valor del arte popular consiste principalmente en el hecho de que el pueblo, alejado de los grandes centros de la vida, ha sabido conservar en sus creaciones un estilo propio, elaborado por muchas generaciones”.

(Eugeniusz Frankowski. “Cuestiones generales acerca del arte popular vasco”. V Congreso de Estudios Vascos. Bergara 1930)

Arte primitivo

Lejos de las manifestaciones mágico-artísticas de las pinturas rupestres y de los abundantes restos del arte megalítico, las muestras del arte popular en estas tierras se limitan a los escasos utensilios y adornos de la Edad de los Metales que hoy podemos contemplar en los museos. La presencia de nuevo de una intención artística autóctona se da con la aparición de las primeras estelas funerarias en los siglos próximos al comienzo de nuestra Era.

Las primeras estelas funerarias de Euskal Herria aparecen entre los siglos II a. C. y II d. C.- y son una clara muestra de representación geométrica del culto solar en los ritos funerarios indígenas. Esta inspiración de la simbología astral perdurará a lo largo de la evolución de la estela durante siglos. La influencia celta, junto con las aportaciones autóctonas, y la avanzada técnica del trabajo de la piedra aprendida de la cultura funeraria romana, dieron lugar a una serie de piezas de gran belleza, localizadas principalmente en Araba y Bizkaia y que desgraciadamente no tuvieron continuidad en los siglos posteriores.

La geometría aplicada al diseño tiene en sí misma una belleza asociada inagotable. No parece difícil, para una mente artística, alcanzar resultados atractivos y estéticos a partir de dibujos geométricos más o menos complicados. Esta propiedad ha sido utilizada por el hombre desde tiempos prehistóricos. A lo largo de todas las civilizaciones, en diferentes partes del mundo, se han ido produciendo infinidad de figuras geométricas, muchas veces similares, persiguiendo finalidades funcionales, decorativas, mágicas o religiosas. Líneas paralelas o en zigzag, círculos, triángulos, esvásticas, ruedas, cruces, estrellas, lazos, etc. constituyen parte importante del acervo etnográfico y artístico de la humanidad, desde que el hombre fue consciente de su valor como símbolo y talismán o como elemento embellecedor de sus herramientas y utensilios.

Navarra medieval

En Euskal Herria el empleo de decoraciones geométricas en las estelas funerarias discoidales se ha venido repitiendo, con diversas evoluciones, variantes e interrupciones, durante más de dos mil años. Floreció especialmente en Navarra durante la Edad Media, en los siglos de máxima utilización de las estelas como cabecera de sepulturas o señales en los caminos. Espléndidos artesanos de la piedra recurrieron con frecuencia al dibujo geométrico, siempre que el uso obligatorio de los signos de inspiración cristiana o las referencias al difunto se lo permitían. Utilizaron para ello los antiguos motivos autóctonos de simbología astral, como flores, estrellas, rayos y ruedas solares, incorporando al mismo tiempo todas las influencias de los estilos mozárabe, románico y gótico, que seguramente conocían al participar en la construcción de las ermitas e iglesias de su tiempo. Para esta época los artesanos encargados de esculpir estelas estaban ya imbuidos por el arte que se expandía por toda Europa y que incorporaron a los antiguos cánones de decoración y belleza.

La Iglesia tuvo una gran influencia en el mundo medieval, no sólo por su gran poder espiritual sino debido sobre todo a sus poderes políticos y económicos, que le permitieron competir con ventaja con nobles y reyes en las grandes decisiones de su tiempo. También fue el principal motor para la extensión del conocimiento de las ciencias, la historia, la filosofía, el arte y todo el saber acumulado de la Humanidad. La implantación de miles de monasterios por toda Europa, ejerciendo de correa de transmisión de todas las manifestaciones culturales de oriente a occidente, contribuyó a dar forma a las expresiones artísticas que tomaron cuerpo durante la Edad Media, especialmente el arte románico y el gótico.

Los monasterios de Leyre, Iratxe, Irantzu, Fitero, Tulebras y la Oliva, fueron sin duda impulsores del gran florecimiento de las estelas discoidales en Navarra durante la época medieval. Su gran ascendiente religioso, social y económico, les permitiría señala las directrices para el desarrollo de los ritos funerarios y la construcción y los motivos decorativos de las estelas en los enterramientos. Las influencias románicas y góticas son claramente visibles en las estelas navarras de esta época y los artesanos navarros supieron desarrollar un sin fin de variaciones geométricas y filigranas artísticas a partir de ellas.

Pequeños retazos del arte universal, plasmados en rosetones, claves de bóvedas, arquivoltas, capiteles y canecillos de iglesias y monasterios, pasaron al modesto soporte de las estelas en tumbas y caminos. Con el paso del tiempo estas joyas del arte popular fueron quedando solas en los cementerios, al extenderse durante el siglo XV la costumbre de enterrar a lo muertos dentro de las iglesias y desgraciadamente quedaron expuestas a la intemperie, el abandono y el olvido.

Renacimiento

A partir del siglo XVI se vivió en el norte del país un gran resurgir del uso de las estelas discoidales, especialmente en el entorno rural, donde su empleo fue generalizado. Durante un período de cerca de dos siglos este renacimiento dio lugar a una producción de estelas discoidales sin igual en ninguna otra parte, más de 3.000, en una época en que su uso estaba casi desaparecido en el resto de Euskal Herria. Sin abandonar los últimos rasgos de la influencia gótica, los nuevos aires del Renacimiento, la Contrareforma y los jesuitas, influyeron notablemente en la iconografía de las estelas, dando paso a una mayor libertad de improvisación de los artesanos de la piedra, dentro, eso sí, de unas pautas cristianas más rígidas, que obligaban a incluir una cruz sin adornos en el reverso de todas las estelas.

Las instrucciones que seguramente emanaron del Concilio de Trento y el Santo Oficio, reafirmaron el uso casi exclusivo de la simbología cristiana, aceptando los signos astrales del pasado como signos celestiales decorativos. Cruces de todos los tipos, calvarios, monogramas de Jesús y María, corazones y custodias, formaron el nuevo temario de la decoración de las piedras circulares, con un lenguaje artístico evolucionado, cercano ya al estilo barroco ornamental.

La nueva imaginería cristiana impuso la creación de un lenguaje más complicado con los nuevos símbolos y motivos decorativos y sobre todo con el hecho importante durante este período de la incorporación de nombres y fechas en las estelas, inscritos en latín, francés o euskera. Para ello se utilizó tanto la orla exterior del disco como el pie de la estela, lo que contribuyó a complicar su composición artística. Motivos continuamente repetidos fueron el hexágono estrellado, la flor de lis, que ya se utilizada en las monedas del reino de Navarra desde la Edad Media y que en esa época era símbolo de la realeza francesa –reyes de Francia y de Navarra-, y el monograma IHS, divulgado por los jesuitas, no en vano las dos principales cabezas visibles de la Compañía en sus inicios eran vascos. Asombra contemplar la originalidad y variación de cruces flordelisadas y monogramas IHS, junto a la flor de seis pétalos tradicional. A finales del siglo XVII apareció también el lauburu como elemento simbólico y decorativo propio.

El estilo del Adur

Los pueblos de la frontera norte de Euskal Herria, en la ribera izquierda del Adur, aportaron un estilo propio a la decoración de las estelas discoidales vascas, que alcanzó todo su esplendor durante el siglo XVIII, aplicando a la piedra el virtuosismo de las tallas en madera de los arcones y otros muebles de la época. Este estilo destaca por lo recargado de sus motivos decorativos, que se extienden ampliamente por el pie, dotando a la estela de una altura considerable con la intención de conseguir espacio para más ornamentos y altura para destacar sobre otros monumentos funerarios. Se acusa ya la decadencia del uso simbólico tradicional de la estela en los enterramientos, a medida que va siendo aceptada su sustitución definitiva por cruces y losas de piedra. Se extendió durante más de un siglo por los pueblos del norte de Lapurdi, como Mugerre, Hiriburu, Basusarri, Milafranga, Lehuntze, Urketa, Ahurti, Gixune, llegando su influencia hasta Arrangoitze, Jatsu y Ahierra.

Las estelas de los pueblos del Adur se caracterizan por el empleo de elementos tradicionales como dientes de sierra, pequeños triángulos, flores, ruedas solares y lauburus, de forma generosa pero, cabe pensar, sin ninguna intención simbólica asociada a ritos funerarios arcaicos, sino más bien a efectos estéticos y decorativos. En algunos casos se dan hasta cuatro cenefas dentadas en el borde del disco, lo que supone un trabajo extraordinario de filigrana sobre piedra, a la par que un cierto sentido de ostentación ajeno al espíritu religioso del monumento. También puede interpretarse este alarde ornamental como una expresión acentuada de los signos de la cultura vasca, que han ido tomando forma a lo largo de los siglos, y que han sido asumidos definitivamente como propios por los artesanos de la época.