El apartado "Estelas Discoidales Vascas" es un extracto del libro "Estelas Discoidales de Euskal Herria" de Pedro Zarrabeitia. Editorial Pamiela (2011).

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domingo, 25 de mayo de 2014

Estelas Discoidales Vascas. 09 - Monogramas IHS y MA


Estelas de Etxalar (N) 2008. Pedro Zarrabeitia


Durante los primeros tiempos del Cristianismo, las continuas persecuciones por parte de los emperadores romanos obligaron a los cristianos a utilizar símbolos y códigos secretos para protegerse e identificarse entre ellos. Utilizado ya en los epitafios de las primeras catacumbas de Roma, el que más ha perdurado es el Crismón, abreviatura del nombre de Cristo en griego, formada por las dos primeras letras X y P superpuestas. Su gran divulgación y aceptación como símbolo cristiano se produjo en el siglo IV a raíz de su adopción como estandarte por el emperador Constantino I, primer emperador romano convertido al Cristianismo, que lo impuso en todo el Imperio. Su versión medieval, encerrado en un círculo y con la incorporación de las letras A (Alfa), W (Omega) y S (Sigma), igualmente asociadas a Jesucristo, tuvo innumerables representaciones en las iglesias y monasterios de la época.

No obstante, su presencia en las estelas discoidales de Euskal Herria fue muy escasa, si nos atenemos a la reducida cantidad de ejemplares encontrados. Este hecho no deja de ser extraño, considerando su extensión por toda la cristiandad, especialmente en las iglesias medievales, y teniendo en cuenta la forma propia del crismón, tan fácilmente adaptable a la tipología de las estelas. Podría interpretarse que este jeroglífico de letras griegas, se hacía más difícil de entender para los primeros cristianos de estas tierras que la simple cruz de la crucifixión o el monograma de Jesús IHS, también obtenido a partir de las letras griegas de su nombre, pero fácilmente latinizadas y traducidas por el “Jesús Hombre Salvador”.

De hecho el signo cristiano que prevaleció durante la Edad Media en las estelas vascas, período casi exclusivamente circunscrito al reino de Navarra, fue la cruz con sus múltiples variaciones, como hemos visto en los capítulos anteriores.  Más tarde, en el siglo XVI, llegaría la difusión extraordinaria del uso de la estela en los cementerios de Iparralde y el monograma de Jesús pasaría a ser uno de los signos más empleados en las decoraciones funerarias, impulsado por dos grandes santos amantes del nombre de Jesús como San Bernardino de Siena, predicador franciscano del siglo XV, que lo mostraba en su báculo en los sermones y, especialmente, San Ignacio de Loyola que lo utilizó como sello personal y emblema de la Compañía de Jesús.

Las primeras versiones del monograma IHS aparecen en las estelas vascas durante el siglo XVI, al principio en su forma más simple, las tres letras en minúscula en un cuadrante de la estela, para después pasar a ocupar el centro del disco y adquirir el protagonismo definitivo de su decoración a lo largo del siglo XVII, en lo que se podría considerar como una de las más curiosas e interesantes muestras de la evolución de un símbolo gráfico en la historia del arte.

Con sus mil variaciones, adornos y deformaciones, los canteros vascos demostraron su gran habilidad para no repetirse y su cualidad, bien demostrada en el mundo de las estelas, para obtener expresiones artísticas de los motivos más comunes. En estas estelas del monograma podemos ver influencias de todos los estilos que se manifiestan a través de múltiples combinaciones, oscilando entre las ornamentaciones más recargadas hasta el esquematismo casi abstracto de muchos de los dibujos.

A esta riqueza de las expresiones gráficas del monograma IHS contribuyó, también, la inclusión de complementos iconográficos como los tres clavos de la Crucifixión, el corazón de Jesús, la corona radiante, las letras alfa y omega y sobre todo el monograma MA del nombre de María, con los que se consiguieron combinaciones de una gran originalidad y belleza.

El nombre de Jesús

Los primeros  monogramas de Jesús y María en las estelas vascas fueron en letras minúsculas y subordinadas a la cruz central. Posteriormente la tilde de abreviatura se incorporó a la h del IHS, formando la cruz y pasó a constituir la decoración principal del disco. A partir de ahí, las variaciones en todos los estilos fueron incontables, enriqueciendo el diseño original con todo tipo de elementos astrales, vegetales y filigranas, e incluyendo motivos inusuales, como el crucificado de la estela de Arrangoitze o abstracciones como las de Izize y Maule.

Conviene señalar que los canteros del lado sur de los Pirineos, en los valles del norte de Navarra, que quizá trabajaban a ambos lados de la “muga”, formaron parte de este despliegue ornamental del monograma IHS, incorporándolo en las losas de las tumbas y en las portadas de las casas, cuando ya las estelas habían desaparecido de los cementerios.

Con la implantación del monograma de Jesús como motivo innovador en la decoración de las estelas de Iparralde del siglo XVI, se produjo un gran avance en el nivel artístico y técnico de los artesanos de la época, que, sujetos a un tema común, tuvieron que esmerarse para lograr efectos originales y no repetitivos, haciendo hincapié en la variación y calidad de los adornos acompañantes.

Especialmente importantes fueron las variaciones labortanas de este monograma (se dieron casi exclusivamente en Lapurdi), que combinando una rica ornamentación de la cenefa de la estela con el estilizado, la deformación e incluso la eliminación de alguna de las letras, consiguieron unos resultados artísticos notables. Las coronas de dientes y arcos glorifican el nombre de Jesús, así como la combinación con pequeños símbolos florales y solares. Quedan en el misterio los posibles mensajes, hoy desconocidos, de la manipulación de las letras del monograma, como la creación del símbolo geométrico parecido a un dólar, donde la letra S cobra un gran protagonismo, representando a veces a una serpiente y consiguiendo resultados plenos de equilibrio y modernidad. La incorporación del monograma del nombre de María MA y de las letras alfa y omega añadió más complejidad a las combinaciones.

Alfa y omega

La inclusión de las letras alfa y omega del Apocalipsis en la iconografía cristiana se dio desde los primeros tiempos del Cristianismo, tanto solas como añadidas al monograma de Cristo en el crismón, o colgadas de los brazos de la cruz al estilo visigótico, como vemos en uno de los sarcófagos de Argiñeta, en este caso en orden invertido por su carácter de epitafio funerario. En las estelas vascas de Iparralde su presencia fue muy escasa pero de singular originalidad y belleza, como puede apreciarse en el ejemplar de Arhantsusi, con las dos letras superpuestas, ejemplar único entre nuestras estelas, así como en las cuatro estelas incluidas en el libro, donde las letras alfa y omega envuelven al monograma IHS estilizado que hemos visto en las páginas anteriores, en un ejercicio de síntesis y equilibrio que viene a ser la quintaesencia de la estela discoidal vasca de ese período.