El apartado "Estelas Discoidales Vascas" es un extracto del libro "Estelas Discoidales de Euskal Herria" de Pedro Zarrabeitia. Editorial Pamiela (2011).

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martes, 27 de mayo de 2014

Estelas Discoidales Vascas. 10 - Nombres y Fechas


Estelas de mujeres del siglo XVII (2004-2009). Pedro Zarrabeitia


A partir del siglo XVI la decoración de las estelas discoidales en Euskal Herria experimentó un profundo cambio, con la incorporación de los nombres y las fechas, a medida que el pueblo llano se fue alfabetizando. Hasta entonces la inscripción de textos, tan común en las estelas de influencia romana de los primeros siglos de nuestra Era, no se había continuado en las estelas autóctonas en los siglos posteriores, salvo en algunos ejemplares aislados de la época visigótica con inscripciones también en latín.

Esta evolución se produjo en los territorios de Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa, contribuyendo al gran desarrollo de las estelas discoidales en esa zona, durante los siglos XVI, XVII y XVIII. En los demás territorios, especialmente en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, las sepulturas con estelas habían desaparecido siglos antes y en Nafarroa coincidió en el tiempo con el cambio de costumbres funerarias y los enterramientos en el interior de las iglesias, lo que supuso perder el notable impulso que significó para las estelas la introducción de textos, que por otro lado se utilizó en las losas sepulcrales y en los dinteles de las casas y que más tarde se recuperó, aunque con poca fuerza, en algunas estelas tardías del siglo XIX.

La incorporación de letras y fechas en las estelas facilitó en gran medida la intencionalidad y el mensaje a trasmitir en la cabecera de las tumbas. Por un lado, la protección contra el demonio o los malos espíritus, que hasta entonces se había buscado con la presencia de la cruz y los ancestrales signos astrológicos, quedó reforzada con la incorporación de los nombres y monogramas de Jesús y María.

Por otro lado, la identificación de la estela con el nombre del difunto o de su casa, permitió organizar mejor los cementerios y dio más valor y perdurabilidad a los monumentos, en su cometido de recuerdo y lugar de oración. Finalmente, la dificultad de incluir nombres y fechas en el espacio limitado del disco obligó a los artesanos a distribuir los motivos en nuevas combinaciones. Así, los pies fueron agrandándose en forma trapezoidal y las orlas se llenaron de inscripciones al estilo de las monedas de la época.

Las representaciones de instrumentos de los oficios no eran ya necesarias para la identificación del difunto y pasaron a significar un complemento de su personalidad o referencia del gremio, a la manera de un sello decorativo. Todo ello condujo a elevar el nivel artístico de los diseñadores y la calidad técnica de los canteros. Las estelas ganaron en complejidad, información, armonía y belleza.

El proceso se inició probablemente con los monogramas de Jesús y María acompañando a la cruz, de acuerdo con las directrices del Concilio de Trento y la poderosa influencia de la Compañía de Jesús. Posteriormente se fueron incorporando las fechas, solas o junto a los monogramas, y finalmente llegó la aceptación definitiva de los textos, con la inclusión de los nombres de los difuntos o de sus casas. La múltiples combinaciones de los tres elementos a inscribir, monogramas, fechas y nombres, solos o acompañados, hacen difícil su selección y presentación. Por eso en este libro se dedica un capítulo exclusivamente a los monogramas, dada su abundancia y fuerza creativa, y el presente a las estelas con nombres y fechas, dispuestas en orden cronológico desde 1507 hasta 1874.

Mirando desde hoy, y aún cuando la cantidad de ejemplares con inscripciones no supera el 20% del total, podemos afirmar que la introducción del lenguaje escrito en las estelas, ha facilitado la labor de los etnólogos al situar en el tiempo estos monumentos funerarios, tan difíciles de datar para los investigadores. Ha permitido, también, constatar el uso y evolución de muchos nombres y apellidos y la convivencia de los tres idiomas utilizados en aquellos tiempos: el francés y en algún caso el castellano, como idiomas oficiales; el latín, como lenguaje culto y de la Iglesia y el euskara como idioma popular.

Finalmente, es importante destacar que la disposición y tipología de las palabras y los números, de acuerdo a unos patrones probablemente derivados de las antiguas inscripciones romanas, dio lugar a un estilo de letra de características propias, que también se utilizó a partir de entonces en las losas funerarias de la Navarra peninsular y en los dinteles de las casas. Pasó luego a las cubiertas de los libros y ha perdurado hasta nuestros días, popularizándose con el nombre de letra vasca, como una seña más de identidad del país.



Estelas con la fecha grabada (dibujos) 2011. Pedro Zarrabeitia