El apartado "Estelas Discoidales Vascas" es un extracto del libro "Estelas Discoidales de Euskal Herria" de Pedro Zarrabeitia. Editorial Pamiela (2011).

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sábado, 31 de mayo de 2014

Estelas Discoidales Vascas. 12 - La figura humana


11 - La figura humana

La reproducción de la figura humana en la estela discoidal vasca es escasa (menos del 2% del total) y casi siempre enigmática o cuando menos de difícil interpretación. Las representaciones humanas, frecuentes en las lápidas de influencia romana de principios de nuestra Era, no se trasladaron a la iconografía de las estelas autóctonas con la llegada del cristianismo, como así lo hicieron otras decoraciones astrales, debido probablemente al aniconismo del Antiguo Testamento, adoptado por los primeros cristianos, que rechazaba cualquier representación de Dios u otros personajes por su posible aproximación a la adoración de falsos ídolos. 
Este rechazo de las imágenes, sustituidas por los signos, se prolongó durante los primeros siglos del cristianismo y se ratificó con el ”Deus adsconditus, invisibilis” del Concilio de Elvira de principios del siglo IV: “No debe haber imágenes en la iglesia y menos que sean adoradas e idolatradas en las paredes”. Posteriormente, en el II Concilio de Nicea del siglo VIII, la Iglesia reconsideró dicha postura, al condenar a los iconoclastas bizantinos y definió que ”a semejanza de la representación de la cruz preciosa y vivificante, del mismo modo las venerables y santas imágenes, tanto pintadas como realizadas en mosaico o en cualquier otro material apto, sean expuestas y honradas”. 
No tuvo mucho efecto este canon conciliar en los simbolismos o motivos decorativos de las estelas vascas, que hasta entrada la Edad Media se limitaron a reproducir cruces y otros temas geométricos astrales o florales esquemáticos, tomados del románico imperante o de las estelas primitivas, sin adoptar la revolución que supuso la incorporación de la imaginería cristiana plena de personajes divinos y humanos. 
Llama la atención el hecho de que no aparezcan escenas clásicas del cristianismo como la Virgen con el Niño u otros santos, a los que se consideraba intercesores ante Dios para la salvación de los difuntos, algo adecuado para un monumento funerario. Al parecer la estela no era un soporte pensado para transmitir a los fieles el mensaje evangélico, como así lo fueron los relieves de portadas y capiteles de las iglesias medievales. Por lo general era suficiente la presencia de la cruz junto a otros signos protectores para pedir una oración y  ahuyentar al demonio, que era lo más importante. 
Las pocas figuras que aparecen son muy simples y esquemáticas, como anuncios de un cartel. Más que descripciones de personas son representaciones de prototipos: el cazador, el ama de llaves, el caballero, el pelotari. Es decir, lo mismo que se quería transmitir en otras estelas con los instrumentos de los diferentes oficios. La finalidad de la estela no era, en la mayoría de estos casos, descriptiva, sino informativa y conmemorativa. De todas formas, dada la dificultad de esculpir figuras especialmente difíciles, como las humanas, su inclusión en el grabado de la piedra se hacía costosa y complicada y no fue por ello muy abundante, desapareciendo casi definitivamente cuando en el siglo XVI se incorporó la escritura a la decoración de las estelas y las personas fallecidas se identificaron para la posteridad con su nombre y apellido o el de la casa a la que pertenecían.


La cantidad de estelas discoidales vascas con figuras humanas es reducida (del orden de cincuenta), pero su interés y atractivo son indudables. Todas ellas son singulares y de difícil interpretación. Así la famosa estela de camino o "cruz de Bereteretxe", que rememora el asesinato del joven de Zuberoa; las mujeres danzantes de las estelas de Lexantzu y Ligi‑Atherei, que recuerdan a la misteriosa dama con el sol o la rueda en la mano de la cruz de Aiñarbe; el cazador de la estela de Suhuskune; el “hombre universal” de Lakarri; las piernas giratorias de Santacara; las caras de Azkaine; el caballero de la cruz al pecho de Leintz-Gatzaga; el crucificado sin cruz con la Virgen y San Juan bajo sus brazos de la estela de Orotz‑Betelu; los “retratos” de personajes singulares de Sangotza, Abaurregaina, Irantzu, Goñi, Orotz-Betelu, Arriano, Itzaltzu y Aurizberri; la mano de la estela de Elorrio; los increíbles, casi grotescos, Cristos de las cruces de Aintzille y de la estela de Erango …