El apartado "Estelas Discoidales Vascas" es un extracto del libro "Estelas Discoidales de Euskal Herria" de Pedro Zarrabeitia. Editorial Pamiela (2011).

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miércoles, 19 de febrero de 2014

Estelas Discoidales Vascas. 02 - La estela vasca en el tiempo

Estelas de Irulegi (NB) 2007. Pedro Zarrabeitia

De las primeras estelas discoidales de comienzos de nuestra Era, apenas quedan muestras, debido al tiempo transcurrido, al tamaño reducido de estos monumentos que facilita su extravío y expolio y al escaso valor que se les ha atribuido. Muchas de ellas, de existir, permanecen enterradas  Las que se han ido descubriendo corresponden a la zona más occidental del país, que en aquella época vivió una confusa convivencia de celtas, iberos, invasores romanos y poblaciones autóctonas. Su influencia en el devenir posterior de las estelas es indudable, pues no sólo implantaron una forma exterior imperecedera, sino que incorporaron a los ritos funerarios una simbología astral de trascendencia universal, transmitiendo las creencias de nuestros antepasados en documentos imborrables.
Desde el final de la dominación romana hasta la implantación definitiva del Cristianismo en Euskal Herria, a comienzos de la Edad Media, el mundo de las estelas discoidales no ha dejado más huella que unos cuantos restos dispersos, seguramente de estelas primitivas reutilizadas bajo influencia visigoda, y las estelas de la necrópolis de Argiñeta en Bizkaia, depositadas junto a varios sarcófagos visigóticos del siglo IX. Dado que sus hermosos y enigmáticos dibujos son de carácter astrológico, sin ningún signo cristiano, no se puede asegurar que sean de esta época visigótica, sino muy posiblemente de tiempos previos a la llegada del cristianismo a estas tierras. Es de destacar el parecido de una de ellas con la estela del oppidum romano de Iruña-Veleia depositada en el Museo de Alava.
Parece evidente que en su paso de varios siglos en intermitente lucha-convivencia con las poblaciones autóctonas, los visigodos no facilitaron el uso de las estelas, sino que más bien acabaron con ellas (recordemos las normas en su contra de los Concilios de Toledo en los siglos VI y VII que cita A. Aguirre en su libro Estelas discoidales de Gipuzkoa). En todo caso, las muestras más evidentes de su estancia en nuestras tierras fueron las inscripciones toscas que dejaron en las iglesias rupestres y cuevas artificiales y en los epígrafes de las estelas funerarias tabulares, que analizan A. Azkarate e I. García Camino en sus documentados estudios.
Siendo la estela funeraria una expresión del sentido religioso del hombre, de origen pagano y “convertida” posteriormente al cristianismo, no es de extrañar la influencia que en su proliferación tuvieron las grandes convulsiones de la Cristiandad durante el segundo milenio de nuestra Era, y que afectaron directamente a Euskal Herria, de nuevo en la encrucijada de la grandes crisis europeas. Las dos oleadas de fervor (o fanatismo) religioso que convulsionaron la Europa occidental, una a comienzos del milenio, con la implantación de cientos de monasterios de las órdenes monacales, la intensificación de la ruta jacobea y la lucha contra el avance musulmán, y la otra, a partir del siglo XVI, con el renacimiento del catolicismo, el poder papal y la Contrarreforma, coinciden con los dos grandes ciclos de expansión de las estelas en estas tierras, el primero en Nafarroa y el segundo en Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa.
El resurgir de la estela discoidal en Nafarroa fue espectacular a lo largo de la Edad Media. Cientos de monumentos han ido apareciendo en la mayoría de los pueblos de la mitad norte y la zona pirenaica, dejando ver la recuperación de aquellos símbolos astrales de sus predecesoras e incorporando la exquisitez geométrica del primer románico y la explícita iconografía cristiana, principalmente cruces, potenciada por los monasterios de las Ordenes religiosas de Cluny y del Cister. Es la época de esplendor de la estela discoidal a este lado de los Pirineos, que coincide con el de los reinos de Pamplona y de Navarra. Se extenderá hasta los siglos XV y XVI, cuando se establece la costumbre de enterrar a los muertos en el interior de las iglesias y los señalamientos de las sepulturas se realizan en las losas que las cubren. Su fin coincide también con la desaparición del reino de Navarra bajo la corona de Castilla en 1512.
Sin embargo esto no ocurre así al norte de los Pirineos. El reino de Baja-Navarra se mantiene independiente y toda la Vasconia transpirenaica conoce tiempos de prosperidad y riqueza, bajo la dinastía de Albret, y la conexión dinástica con Francia.  El resurgimiento católico provocado por el Concilio de Trento (1545) y las nuevas normas doctrinales de la Contrarreforma, con la Compañía de Jesús (1534) al frente, se extiende fácilmente por tierras anteriormente propicias a herejes y brujerías.
Comienza una de las etapas de más riqueza en el desarrollo de la estela discoidal. Los signos astrales se adaptan a las creencias cristianas y el arte renacentista y barroco dejan su impronta, generando un sin fin de variaciones de los símbolos renovados, sorprendentes por su iconografía original y artística, algunas tan singulares e influyentes como el lauburu.  Se mantienen los enterramientos en terrenos próximos a la iglesia, dando lugar a un tipo de cementerio campestre (campo santo), sin tapias, con flores y árboles rodeando las estelas, como una continuación del entorno rural, que se hará clásico en el paisaje del norte de Euskal Herria.
Esta etapa concluye durante el siglo XVIII, con las estelas de la zona del Adur, al norte de Lapurdi, en una especie de canto del cisne del ancestral rito funerario, bajo un estilo enriquecido, recargado de símbolos, digno de los palacios barrocos y neoclásicos. A partir de ese siglo los cementerios se llenan de cruces y losas, quedando las viejas estelas abandonadas.

Salvo alguna excepción, la estela discoidal desaparece definitivamente de los cementerios vascos en el siglo XIX, sustituida por cruces sobre panteones y tumbas de mármol, y no fue hasta la segunda mitad del siglo XX cuando comenzaron a verse en los cementerios principalmente urbanos, modernas reproducciones de las antiguas estelas, y nuevas versiones con palomas y lauburus, en un intento de recuperación, envuelto en nostalgia y sentido nacionalista. Una muestra de este resurgimiento son los cementerios ajardinados, con estelas modernas, que están proliferando por doquier, siendo ejemplos a destacar los cementerios modernos de Bakio en Bizkaia y Maule en Zuberoa. Más profunda ha sido la recuperación estética de nuestros principales escultores. Las estelas-escultura de Oteiza, Chillida y Basterretxea, son un ejemplo a seguir si se intenta recuperar el verdadero sentido iconográfico y artístico de la estela discoidal.