El apartado "Estelas Discoidales Vascas" es un extracto del libro "Estelas Discoidales de Euskal Herria" de Pedro Zarrabeitia. Editorial Pamiela (2011).

Para ver mejor los detalles de los grabados abrir las imágenes a pantalla completa.



miércoles, 4 de junio de 2014

Estelas Discoidales Vascas. 15 - Estelas de hoy (final)


Jardín de las Estelas. Abaurregaina (N) 2010. Pedro Zarrabeitia

Con algunas excepciones, como en los cementerios de Etxalar y Urruña,  la estela discoidal desapareció del mapa de Euskal Herria durante el siglo XIX, debido seguramente a los aires de ilustración y gustos refinados de esa época, que consideraron a la estela como un elemento tosco y primitivo y trajeron a los cementerios la moda del mármol y las esculturas piadosas que todavía perduran. A lo largo del siglo XX se inició un lento proceso de recuperación que ha ido salpicando de nuevas estelas los cementerios, especialmente en las grandes capitales y pueblos importantes.

En este proceso podríamos destacar tres factores que lo explican y que de alguna manera determinan el estilo y la decoración de las nuevas estelas: el nacimiento de los partidos nacionalistas a primeros de siglo, con la visión nostálgica del pasado y la necesidad de señas propias de identidad; el fin del franquismo y los años de dictadura, con el resurgir del sentimiento vasco de los años sesenta; y los tiempos actuales, con nuevos planteamientos de urbanismo y arte moderno. A todo ello contribuye, sin duda, el progresivo conocimiento de la existencia e importancia del arte funerario vasco, como patrimonio cultural del país, dado a la luz por investigadores como Frankowski, Colás y Barandiaran.

Estos factores han generado unos estilos de decoración diferentes, que aunque surgidos en épocas distintas, han acabado coexistiendo y que han dado lugar a tres tipos de estelas bien diferenciadas.

En primer lugar, aparecen las estelas nostálgicas o fruto de una etapa de imitación, en la que se busca reproducir los modelos tradicionales de las estelas antiguas. Las encontramos normalmente en los cementerios de Iparralde, coexistiendo con estelas antiguas, cruces y tumbas modernas. Realizadas con dimensiones y material parecidos, a veces es difícil distinguirlas de las originales.

En segundo lugar, están las estelas modernas o de lauburu, en las que este símbolo, aceptado socialmente como la cruz vasca, acapara la mayoría de las nuevas tumbas, en compañía de palomas en vuelo y otras alegorías, que poco tienen que ver con el espíritu y la estética de las viejas estelas. De grandes dimensiones, asociadas por lo general a panteones familiares, destacan en las avenidas de los grandes cementerios y en las ampliaciones ajardinadas de los antiguos.

Es interesante constatar lo que ha ocurrido con el lauburu a lo largo de los años. Este símbolo, que se incorporó a la decoración de las estelas funerarias en el siglo XVII, generado a través de una síntesis de figuras astrales de la antigüedad, como la esvástica curvilínea y las comas, se convirtió posteriormente en el motivo por excelencia utilizado por la artesanía vasca en todo tipo de mobiliario o utensilio tradicional. Pequeñas estelas de piedra o de madera con su lauburu grabado son hoy en día objeto de regalo o souvenir. Después de ser entronizado como uno de los signos de identidad preferidos por el nacionalismo vasco, ha terminado volviendo a los cementerios y llegando a ser la nueva cruz, específicamente vasca, de los modernos enterramientos.

Aún reconociendo el sentir religioso y la impronta vasca de estas estelas modernas, muchas de ellas no dejan de ser una especie de caricatura de los antiguos monumentos. Lo que nació hace más de 2000 años como una imagen del sol o de la luna, que quedaba atrapada en el juego de luces y sombras de su bajorrelieve, pleno de simbolismos misteriosos, ha pasado a ser un disco delgado de mármol o de granito pulido donde la luz rebota y las imágenes, la mayoría de las veces de un gusto amanerado, transmiten el mensaje de una cierta ostentación, dentro de un rito funerario de consumo.

En tercer lugar, tenemos las estelas de la etapa escultórica, en la que la estela discoidal pasa a ser fuente de inspiración para el mundo del arte y posibilita la creación de obras importantes, de la mano de escultores como Oteiza, Chillida, Basterretxea, Larrea, etc., que ahondan desde un punto de vista conceptual en el significado trascendente de las estelas. Las encontramos en lugares públicos y museos y cumplen una importante función como reconocimiento y memoria cultural de una de las actividades artísticas más señaladas de nuestros antepasados.

Jardín de estelas

Los nuevos cementerios-jardín, propuestos por algunos ayuntamientos en las ampliaciones y reformas de sus antiguos camposantos, facilitan y promueven la implantación de las nuevas estelas -no olvidemos la labor llevada a cabo en Iparralde por la asociación Lauburu de Baiona- y constituyen una idea acertada para las pequeñas localidades, donde las antiguas estelas pueden también situarse en un lugar adecuado en zonas ajardinadas y ser objeto de una adecuada vigilancia y mantenimiento. Buen ejemplo de ello son los cementerios de Aurizberri, Bidarrai, Arrangoitze, Jatsu, etc. Ahora bien, esta idea no parece que se pueda llegar a aplicar en las grandes poblaciones, donde, debido a los problemas de espacio y funcionalidad, se camina progresivamente en el sentido contrario, esto es, hacia cementerios-estanterías con interminables hileras de nichos numerados, entre calles de cemento.

Pero lo que tiene más interés no es la ubicación de las nuevas estelas discoidales o el futuro de los cementerios, sino el de las más de 5000 estelas antiguas, que constituyen un  patrimonio único y que de alguna manera habría que preservar y dar a conocer, primero en el País Vasco y luego internacionalmente. Al parecer, el sistema de museos actual no es el idóneo para tal empeño. Debido a las dificultades de su exposición por problemas de espacio, iluminación y peso, espléndidas colecciones de estelas de todo Euskal Herria permanecen guardadas en sus almacenes y, salvo unas pequeñas muestras, la gran mayoría no son accesibles al público.

Centros de interpretación

Puede ser más interesante para su futuro la propuesta ya presentada en algunas localidades bajo la forma de Jardines de Estelas o Centros de Interpretación. Tanto el Jardín de Estelas de Abaurregaina, con su arriesgada desproporción y des-integración con el entorno, como el Centro de Interpretación de Estelas de Larzabale, con las estelas bajo techo y alineadas entre barrotes, ofrecen soluciones novedosas en instalaciones posibles de este tipo, pero no muy convincentes desde el punto de vista de una aproximación viva y natural al mundo de las estelas, aunque su intención sea apreciable y el esfuerzo realizado importante. Sin pecar de nostálgicos, recordamos la antigua localización de esta última colección de Larzabale en el bosque de la Abadía de Belloc y la pequeña joya del cementerio antiguo de Irulegi. Lo ideal sería conseguir que las estelas pudieran estar dispuestas en un entorno natural, sobre tierra, visibles por ambos lados con la debida orientación, en zonas extensas pero acotadas, adecuadamente conservadas, un poco al estilo del precioso cementerio-museo de Arrangoitze, pero sin cementerio.

Quizá este nuevo planteamiento, desarrollado a un nivel más amplio, un Centro por Territorio, y con los suficientes recursos, podría crear la  infraestructura necesaria y la base organizativa suficiente para acometer posteriores tareas de catalogación, recuperación de piezas, localización de nuevos ejemplares, convocatoria de congresos, reconocimientos internacionales, etc. El enorme patrimonio arqueológico, etnológico y artístico que suponen las miles de estelas discoidales, elaboradas a lo largo de dos milenios por uno de los pueblos más antiguos de Europa, así lo está exigiendo.




martes, 3 de junio de 2014

Estelas Discoidales Vascas. 14 - Estelas con enigma


Estelas de Haranbeltz (NB) 2010. Pedro Zarrabeitia


La estela discoidal es uno de esos enigmas que no acaban de ser desentrañados por los etnólogos y arqueólogos. Al misterio mismo de su forma, origen y procedencia, hay que añadir su inexplicable aparición y desaparición a lo largo de la historia, su errática distribución en la Europa Occidental y su extraña fijación final en torno a los Pirineos.

Se ha hablado y escrito mucho de la interpretación que los distintos investigadores han dado a la forma de la estela. Símbolo solar, representación antropomórfica o arte conmemorativo, han quedado como hipótesis no demostradas, pero válidas, para acercarnos a su conocimiento y comprensión. A los círculos, ruedas, hexapétalas y estrellas de sus grabados se les ha llamado signos solares y a las cruces de todo tipo signos religiosos. No nos vamos a detener aquí en la confusión que generan las diferentes denominaciones e interpretaciones atribuidas a estos símbolos por distintos autores. Existe una idea bastante clara de la utilización y simbología de los motivos cristianos, pero siempre nos quedará la duda de la verdadera explicación de la utilización repetitiva de determinadas formas geométricas, atribuidas a la simbología astrológica, como esvásticas, cruces precristianas, ruedas, pentalfas, estrellas de David o nudos de Salomón, tan apreciadas por las versiones esotéricas de lo misterioso.

La mayoría de las inscripciones, sean letras o números, son casi siempre más fáciles de descifrar para los expertos y no plantean más incógnitas que las de una posible falta de lectura correcta, por las dificultades debidas al desgaste o a los errores de trascripción de los canteros, que en algunos casos las convierten en verdaderos jeroglíficos.

Por otro lado, la atribución a los difuntos de diferentes oficios según las herramientas que aparecen en las estelas, es un terreno bastante indefinido, donde surge a veces más de una incógnita. Se da por hecho que los instrumentos de hilar representan a una mujer hilandera y las llaves a una ama de casa o guardiana de una iglesia. Son los únicos instrumentos de oficios de mujer que aparecen en las estelas. Pero, ¿no existían más oficios de mujer durante la Edad Media?

En cambio, los oficios de varón son más numerosos y definidos: el podador de viñas, el labrador, el herrero, el zapatero, el cazador, el cantero, etc. son ocupaciones clásicas de esa época en un medio rural y así están abundantemente representadas, pero ¿cuántos otros trabajos han quedado sin dedicatoria a lo largo de cientos de años? ¿Cómo es que nadie dedicó una estela a los músicos, artesanos, comerciantes, escribanos, joyeros y cien oficios más? ¿No existirían, en la inclusión de algunos de tales símbolos, códigos desconocidos hoy para nosotros, relacionados con el rito funerario y el sentido religioso y místico de aquellos tiempos?.

Y qué decir de los extraños pájaros sin patas de las estelas de Lekuine, Makea y otros lugares; y de las mujeres danzantes de Ligi-Atherei y Lexantzü; y de la dificultad que siempre plantea la interpretación de la casi todas las estelas con presencia humana que hemos visto en capítulos anteriores.

Por fin, existen otra serie de dibujos y signos en las estelas discoidales que las convierten en documentos realmente enigmáticos o de difícil interpretación. Son grabados de objetos o signos no fácilmente reconocibles, bien por ser imaginados bajo parámetros que se nos escapan, bien por ser deformaciones provocadas por imitaciones poco cuidadosas de canteros ignorantes o bien debido a variaciones buscadas por la fantasía de los propios artesanos.

Curiosas deformaciones de los monogramas de Jesús y María. Extraños signos que se entrelazan y que parecen complicados jeroglíficos alejados aparentemente de toda simbología funeraria cristiana. ¿Hay letras o números entre ellos? Dibujos geométricos incompletos o dislocados. ¿Podemos pensar que puede haber otra interpretación aparte de la simple torpeza de los canteros?

La llamada cruz de San Andrés o aspa, no muy frecuente en las estelas de Euskal Herria, es un signo empleado en grabados de todo tipo desde tiempos prehistóricos y, por lo tanto, sin ninguna relación probable con simbolismos cristianos, incluso en el caso de las estelas medievales. Su significado primitivo es desconocido. No obstante, hay que creer que detrás de la X meramente decorativa existe algo más que una simple incógnita en estas estelas vascas así como en las estelas gigantes de Cantabria con sus arcos en forma de aspa.

Hay estelas singulares que además de pertenecer a la misteriosa familia de las estelas discoidales, y de ser enigmáticas en sí mismas, son únicas y de difícil adscripción dentro de los diferentes estilos en que podemos clasificar las estelas de Euskal Herria. Pueden ser residuos lejanos de originales estelas autóctonas, improvisaciones de artesanos visionarios o códigos ocultos de predicadores esotéricos. Son enigmas a resolver.


Estelas con enigma (2006-2011). Pedro Zarrabeitia


lunes, 2 de junio de 2014

Estelas Discoidales Vascas. 13 - Los animales


Estelas de Santa Grazi (2006). Pedro Zarrabeitia


Hace más de 10.000 años, el simbolismo mágico o protector que atribuían nuestros antepasados a las representaciones de determinados animales de su entorno, quedó admirablemente plasmado en las pinturas rupestres de las cuevas de Santimamiñe, Ekain, Isturits, etc.

Estos dibujos sobre piedra en los lugares más profundos de las cavernas donde habitaban, formaban, al parecer, parte de sus ritos funerarios y de las plegarias a sus dioses, pidiendo ayuda para asegurarse los medios de subsistencia y protección para el espíritu de sus muertos, en su viaje por la otra vida.

Pasaron los siglos, mejoraron las condiciones climáticas y el hombre abandonó las cuevas como lugares de vivienda y de enterramiento. Quizá siguieron pintando sus animales de rito y cacería sobre el suelo o en los árboles, en las piedras o en los huesos, pero no han quedado restos de tales manifestaciones.

En algún momento de la II Edad de Hierro –siglos V al I a. C.– aparece por estas tierras una nueva representación animal con las mismas apariencias de símbolo protector, mágico o funerario. Es el ídolo de Mikeldi, encontrado en Iurreta, a no más de 20 Km. de uno de aquellos primitivos santuarios.

Única en su estilo en Euskal Herria, esta escultura está emparentada con las más de 300 con forma de toros o verracos repartidas por la Península Ibérica, especialmente en Ávila y Salamanca. Se distingue de todas ellas por una especial singularidad: tiene un disco de piedra entre las patas. ¿Podría ser un precedente de la estela discoidal, como símbolo representativo de las creencias astrales de nuestros antepasados?. Lo cierto es que a partir de esa época empiezan a aparecer por estas tierras las primeras estelas funerarias con forma de disco.

Las estelas discoidales de comienzos de nuestra Era presentan decoraciones muy esquemáticas de simbología astral, normalmente con formas geométricas sencillas, que perdurarán durante toda la vida de las estelas. La representación de animales, aparecerá con frecuencia en las estelas tabulares de inspiración romana de la misma época, pero no se dará en las discoidales hasta muchos siglos después, cuando la religión cristiana se extienda por Euskal Herria, incorporando la iconografía propia de las nuevas creencias a los ritos funerarios.

La representación de animales es muy rica en la simbología cristiana. El cordero, el león, el toro, el pez, la serpiente y un buen número de aves, están presentes en su imaginería desde los primeros tiempos del cristianismo, cuando la transmisión  del mensaje por medio de imágenes simbólicas era más eficaz, universal e incluso menos peligrosa que el uso de la palabra escrita. Los animales de todo tipo, utilizados en la decoración de las iglesias medievales, pudieron ser muchas veces inspiración para la ornamentación de las estelas, aunque también se podría decir que en algunas de ellas no está muy clara su relación con la simbología cristiana, atribuyéndose quizá su empleo a antiguas costumbres o supersticiones populares. Vamos a ver en las páginas siguientes tres apartados con una muestra de las representaciones que más se repiten: las aves, el cordero místico y otros animales.

Agnus Dei

El cordero es uno de los símbolos más antiguos de representación de Jesucristo en los primeros tiempos del cristianismo, como animal puro e inocente sacrificado por la salvación de los hombres. Anunciado desde la antigüedad por los profetas de Israel, se manifiesta expresamente como tal imagen en los textos evangélicos y en el Apocalipsis.
“Al día siguiente, vio venir a Jesús y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1,29).
”La ciudad no había menester de sol ni de luna que la iluminasen, porque la gloria de Dios la iluminaba y su lumbrera era el Cordero” (Apocalipsis 21,2-23).
Llama la atención la inclusión del cordero en la decoración de estas estelas discoidales en épocas -siglo XVI o XVII- en que la representación de Cristo sobre la cruz estaba plenamente extendida en la iconografía cristiana y la utilización de sus imágenes simbólicas ya no era necesaria. Sorprende también el hecho de que la aparición de estas estelas se dé en una zona  tan puntual de Zuberoa (v. Mapa del Cap. 10), exceptuando la estela de Itzaltzu en Nafarroa, a la que por su parecido incluimos entre los corderos místicos, pero que figura sin cruz. Son imágenes algo diferentes del agnus dei que podemos ver en los abundantes testimonios de la iconografía medieval, como los medallones de las bóvedas del monasterio de Irantzu, en los que el cordero sostiene con una de sus patas un banderín con el signo de la cruz.

Las aves

Las aves son los animales que más se representan en el mundo de las estelas vascas. Su capacidad para volar, velocidad y ligereza, sus diferentes colores, su canto, las hacen fácilmente asociables a actitudes y cualidades humanas como la libertad, rapidez, astucia, vista, belleza, etc., y por ello son utilizadas como símbolos en la mitología de todas las religiones. También se hallan muy presentes en la mente popular a través de viejas costumbres y creencias, así como en las historias de fábulas, leyendas y cuentos infantiles: el cuervo, la lechuza, el búho, el cuco, la urraca, el ruiseñor, el cisne, la golondrina, etc.

En las casas antiguas de Iparralde se pueden ver diversos animales en los dinteles decorados de las entradas, donde abundan los pájaros picoteando las uvas de las parras, como imagen de prosperidad.

En la simbología cristiana, y directamente relacionadas con los ritos funerarios, varias aves son especialmente significativas:

La paloma, como símbolo de paz y de inocencia, que trajo al Arca de Noé la rama de olivo al terminar el diluvio. Representa al Espíritu Santo.
El águila, representa a Cristo como fuente de salvación. Es símbolo del Bautismo y también el emblema de San Juan Evangelista.
El pavo real es en el arte cristiano símbolo de la resurrección de Cristo.
El gallo, símbolo de la vigilia, anunciador del nuevo día, de la nueva vida.

Otros animales

        La decoración de estelas con otro tipo de animales se aleja del canon tradicional de las estelas de Euskal Herria. No hay  signos cristianos, ni dibujos astrales, ni geometría, ni simetría, con una aparente distribución errática de los elementos decorativos dentro del círculo y con un significado más descriptivo que simbólico. Es el caso de las estelas de Irulegi y de Suhuskune donde se describen actividades de labranza o de caza.


Estelas de Alkaine (L), Jatsu (L), Itzaltzu (N), Irulegi (NB) 2006-2009. Pedro Zarrabeitia